¡Arr-furbo, arr-furbo en las amotos!
Cuando yo era ladrón y salía a robar de 4 a 8 cada día… en aquella ciudad europea de la que, si me lo permiten, no diré el nombre, descubrí una tienda de chocolate de la que era fácil llevarse las tabletas por kilos. Como yo, entonces, era sumamente goloso, durante un tiempo fui el…