La fábula del cerdo
al que no le llegará su san Martín

No por sabido, deja el cerdo de ser un animal insolidario. Y cuando al gocho, en el campo, le esparcen la comida por la tierra, ya sean berzas, remolacha, patatas crudas, cereales o cualquier otro producto o forraje, el guarro pega el morro al suelo, y, como una aspiradora, absorbe cuanto encuentra al alcance del hocico, al tiempo que lo arrastra, contundente, engullendo el alimento a trompicones, casi sin respirar.

Por los ruidos que emite, la impresión que da es que se ahoga; pero no, en realidad son los gorjeos de placer que experimenta mientras lame, avaricioso, el condumio que va cribando con los dientes y la lengua, separando la comida de hojarascas y las piedras. Gruñe y suelta ronroneos guturales, y desconfía de los marranos que merodean en su entorno, a los que, si se acercan demasiado, les lanza dentelladas, dispuesto a rebanarles el pescuezo.

No hay solidaridad posible entre los puercos cuando hozan y se afanan en torno a la comida; al contrario, se gruñen sin cesar y se amenazan. Cacarean (es un decir) como si fuesen gallinas en celo, o lloran como esos cachorrillos a los que acaban de arrancarlos de las tetas de la perra.

En fin, son tiempos difíciles para todos; también para los cuinos, dicen ellos. Que tan pronto les amenaza la peste africana como la avaricia y la hambruna de los humanos que necesitan de su entrega para superar hambre y pandemias. Pero los tocinos, como les dicen por Aragón, no colaboran; instalados en su egoísmo, hacen oídos sordos a las demandas de la gente.

Con su vida confortable, alto estatus, y gozando de un sin fin de privilegios (dehesas feraces, abundancia de comida y futuro asegurado) configuran una casta que se pasa el día gruñendo y soltándose amenazas entre ellos. Mientras tanto, los habitantes de este mundo confundido que se creen inteligentes, mueren solos, viven asustados y, con el pico abierto, esperan cada día que los chanchos les atiendan; que les muestren comprensión, cercanía, razón, o simplemente un gesto de solidaridad, para seguir viviendo.

Mientras la piara campa alegre y por su cuenta entre gruñidos y bocados al pescuezo del contrario, el mundo amontona penas y agoniza. La Tierra avanza hacia la inexorable destrucción. Y es tal el ruido que genera la barahúnda de marranos, cerdos y garrapos, tocinos y lechones, guarros y cochinos, que ganas dan de huir en una nube a otra galaxia. Renunciar a la condición de ser humano y trasmutarse en pájaro. Pájaro para volar lejos de aquí y darles un corte de mangas a esos cerdos bien cebados que piensan solo en ellos; egoístas hasta hacerse insoportables, además de insolidarios.

Un comentario Añade el tuyo
  1. Buenísima y acertada crítica a la Sociedad que tenemos.
    Es momento de Aceptación (sin confundir con resignación) aprendiendo a observar y a observarse uno mismo y de este modo tener perspectiva para crecer, porque al fin y al cabo, lo único que vamos a llevarnos al otro lado es lo que cultivemos en nuestro interior.

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