¡¡¡OTAN, OTAN, OTAN!!!

¡¡¡OTAN, OTAN, OTAN!!!

Ora pro nobis…

Puede que yo esté equivocado y que la imaginación me lleve a ser esa mosca cojonera que, mientras estamos a la mesa, zumba, dale que te pego, alrededor del plato intentando chupar la salsa o cagarse en él.

            Pero tengo la impresión de que el lobby armamentístico, el más poderoso del mundo, nos va a llevar al huerto a los humanos y, traduciendo lo ocurrido estos días en Madrid al lenguaje de la mosca, el lobby nos va a cagar encima antes de que empiece a chuparnos la sangre y luego a achicharrarnos.

            Piénselo usted bien, porque esos señorones que reparten armas por doquier en nombre de la seguridad y el no sé qué sistema democrático, lo que están haciendo es invitar a todo el mundo a que nos liemos a mamporros unos con otros.

            Alemania, con la aquiescencia del resto de Europa, trató, tras la caída del muro de Berlín, a lo largo de tres décadas, de atraer a Rusia al redil occidental porque siempre hemos sabido que Rusia es Europa. Le comprábamos gas y petróleo y todos tan contentos. Ellos, nuevos ricos, se hartaban de consumir nuestros productos. La casa parecía ir bien. Los oligarcas rusos se pavoneaban por Londres u organizaban desfiles con sus yates por el Mediterráneo y los “líderes” europeos compartían chascarrillos con Putin además de besarse en la boca.

            Pero los USA no podían soportar tanta familiaridad y desapego con ellos; les devoraban los celos. Así que empezaron a meter cizaña y al final lo han conseguido: una guerra en Ucrania para ir abriendo boca. Rusia, por su parte, se ha puesto gallito y el gilipollas de Putin se ha creído el zar. Y nosotros, mientras tanto, asomados con angustia a la ventana para ver si un día de estos nos cae un misil en la base de Morón, en la de Rota o en el mismo Berlín, París o en Madrid. El escenario está servido: la guerra es un laboratorio estupendo para que los caníbales de la guerra sigan engordando.

            ¡Es la hostia! Miren, si no, a Biden cómo sacó en Madrid la lista del reparto armamentístico y, como si fuera santa Claus, distribuyó a diestro y siniestro destructores, aviones, bombas de última generación, nuevas bases, grupos de élite…

Y el lobby del negocio de las armas cenando en Nueva York mientras tanto, en la terraza del Empire, a base de caviar ruso, champán francés y vino de Borgoña para celebrar el éxito.

            Estamos tontos ¿o qué? Sí, sí, estamos tontos. Completamente tontos. La prueba es que nos hemos pegado como lapas a las televisiones para recordar cómo era el Nodo en la época de Franco, ahora llamados telediarios… Nos hemos embobado, hasta que se nos ha caído la baba, con las emisoras de radio y los periódicos mientras nos hablaban (blablá) de lo bien que lo vamos a pasar con el juego de la OTAN.

            Y no solo les seguimos, ¡les creemos!

            ¡¡¡OTAN, OTAN, OTAN!!!

            Ora pro nobis…

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