Argumentos para vivir mejor

En una escuela de Inle, Myanmar (antigua Birmania)*. / Foto J. Mayordomo.

Tengo un amigo que ha escrito un libro, El Centenario (se vende en Amazon por 1 €), en el que un Justiciero (llamémosle así) se lleva por delante a todo quisqui. Desde el Papa que ocupa la prelatura de Roma en ese momento, año 2045,  al presidente de China, pasando por otra docena de jefes de Estado y un largo etcétera. Esto ocurre, como digo, en el año 2045, aprovechando el centenario de la fundación de la ONU (de ahí el nombre del libro). Mi amigo anda empeñado en que su libro sea un best seller y una vez conseguido este éxito, salte a Hollywood, hagan la película del siglo con él, y, ya puestos a pedir, ganar una docena de estatuillas en la entrega de los Oscars. Este es su sueño.

El mío es más modesto, aunque tiene su intríngulis por los puntos que toca: uno de los puntos es conmover a Ignacio Sánchez Galán, presidente de Iberdrola, de que tome partido en contra de la mina de uranio a cielo abierto que quieren abrir en Retortillo y Villavieja de Yeltes (su pueblo) y se una a la causa que cada día más alcaldes de la provincia de Salamanca defienden: ¡No a la mina!, es el clamor general. Y es lo que le pedía que dijera en la carta abierta publicada hace unos días en esta Web. Todavía no he perdido la esperanza de se una a esta causa.

El segundo argumento de mi sueño, que espero se cumpla algún día, es que las personas que en España se dedican a la política se crean de verdad que están al servicio de los ciudadanos, y no como se observa que sucede con frecuencia: que utilizan el cargo para servirse de él. Obviamente, todos los políticos no son así.

Pájaros, nubes, montañas y agua. / Foto J.M.
Pájaros, nubes, montañas y agua. / Foto J.M.

A los políticos les pido dos cosas en ese sueño que tengo y que, persistente, se repite: ética y transparencia. Sobre la primera no cabe discutir; si uno no es ético no vale nada. Y sobre la segunda ¿qué decir? Ha llegado el momento de dar un paso más y, si de verdad queremos un país democrático, nuestros representantes político han de trabajar con luz y taquígrafos, dando cuenta de qué hacen con cada euro que gastan. Y acepto –no quisiera parecer un dogmático– que toda regla tiene excepciones, como acepto que cualquier democracia tiene sus «sumideros» y pequeñas (o grandes) cloacas. Aún así hay que exigirle a quienes nos representan que asuman la transparencia con la máxima responsabilidad. ¿Qué es eso de hacer lo qué a uno le viene en gana con el dinero de todos, sin explicar los porqués, procesos, resultados, etcétera?

Asimismo, los políticos deberán asumir que los errores se pagan. En su caso, servidores voluntarios de la comunidad, el error no debería tener otra respuesta que no fuera la de la dimisión. Que esto no quiere decir que sean culpables, no, pero sí responsables y en política esto se sanciona con la pérdida del poder que se obstenta. Poder que, si el político es ético, lo pierde dimitiendo, y si no dimite -que es lo que generalmente hacen en España los políticos- la ciudadanía debería castigarlo en las urnas, no votándole. En España los políticos tienen la insana costumbre de descargar sobre el pueblo las consecuencias de su incompetencia e irresponsabilidad. «Si me siguen votando, será que no he obrado mal», se defienden; un intríngulis más para justificar su falta de ética. Así pues, hay que acabar con esta práctica si queremos que la democracia no sea sólo un marco formal, sin ningún contenido.

Solo añadiré un punto más a ese sueño que tengo para que todos vivamos mejor; un sueño que, como se ve, es mucho más difícil de alcanzar que el que tiene mi amigo. Sueño con que se acabe la violencia de género; ese eufemismo con el que viene calificándose hasta ahora el asesinato de mujeres. ¡Asesinato, sí!

Mujeres en el marcado de Inle, Myanmar./ Foto J.M.
Mujeres en el marcado de Inle, Myanmar./ Foto J.M.

En mi opinión, si los poderes públicos, sus responsables, tuviesen interiorizado por qué se producen estos crímenes y, lógicamente, estuviesen dispuestos a combatir de verdad la agresión sistemática a la que está sometido el género femenino por parte del masculino, no escatimarían recursos, económicos ni pedagógicos, para que desde que los “angelitos” humanos venimos al mundo fuésemos enterándonos, aprendiendo, reeducándonos, asumiendo… que para que la igualdad y el respeto entre hombres y mujeres sea real, efectiva, hemos de “reprogramarnos” (si se me permite el vocablo). Y eso es muy costoso y complicado. Porque la Cultura y sus prácticas rezuman machismo por todos los poros, además de remar en dirección contraria a lo que, se entiende, debería ser una relación de igualdad. Es decir, el marco relacional cultural que tenemos alimenta un machismo casi sin límites, aunque con frecuencia no se observe porque se ejerce de forma subliminal.

El pescador. / Foto J.M.
El pescador. / Foto J.M.

Ni con eslóganes agresivos o gestos, ni con una declaración de principios o de buenas intenciones va a conseguirse acabar con el asesinato de mujeres. Hacen falta recursos y trabajar desde la base para que niños y niñas entiendan que el hombre no tiene ninguna ascendencia, ¡ninguna! sobre la mujer. Y cuando a las mujeres la Cultura que tenemos las viste como las viste, las pinta como las pinta, las exhibe como las exhibe, no está haciendo otra cosa que reforzar el discurso machista. Lo demás son palabras para no quedar mal. En resumen: de qué sirve denunciar el asesinato de una mujer, si en los medios de comunicación, como una riada permanente que todo lo ignunda siguen alimentándose estereotipos estéticos poco edificantes (más bien denigrante), así como comportamientos  y gestos que, insisto, subliminalmente al menos, nutren ese menosprecio evidente que desde lo “masculino” se ejerce hacia lo femenino.

Este es un tema capital -el de la igualdad real entre géneros- si de verdad queremos construir un mundo más justo y feliz. Debería apasionarnos porque una relación entre iguales siempre es más rica y fructífera. Y sin embargo parece que nos da un poco igual… Esas chicas florero en los espectáculos deportivos, por ejemplo. ¿Qué significado tienen esas mujeres puestas ahí? ¿Qué aportan al espectáculo deportivo?

Y termino. Se preguntarán cómo acaba el libro de mi amigo, en el que, a lo largo de mil páginas, el Justiciero va eliminando a todas las máximas autoridades de las religiones monoteístas y a más de una docena de jefes de Estado. El final… Pregúntele a él. Aunque sospecho que Louis Folk, el autor, está harto de perder el tiempo dando explicaciones que no conducen a nada.  Harto, como un servidor, de que esto vaya a peor sin que se vislumbren salidas.  Aunque nunca se debe perder la esperanza, hay que dejar siempre una ventana abierta  por la que entre ese rayo de luz…, pues, como dicen que dijo Galileo cuando le obligaron a retractarse de su afirmación de que era la Tierra la que giraba alrededor del Sol y no al revés -una aseveración no confirmada, es verdad- ¡Y sin embargo se mueve!, por lo menos pensó.

Por eso, como Galileo, yo afirmo también que la mina de uranio de Salamanca es injusta e innecesaria, que un político que no es ético no vale nada y que los asesinatos de mujeres sólo dejarán de ocurrir si el Estado asume este reto como misión principal, llevando la pedagogía de la igualdad a la familia y la escuela… Y a los medios de comunicación, por supuesto.

Sólo con la Razón y con inteligencia podrán combatirse estas maldades.. Sin embargo Louis Folk... tengo entendido que anda tratando de convencer a Dios (al dios de los cristianos, no se me líen), dice, para que sea él el que se ocupe de este disparate de mundo en el que nos toca vivir. De esa aventura, apocalíptica, creo, va su libro y no sé cuantos más que piensa escribir…

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Nota.- Viene a cuento citar el libro de El Centenario, así como la carta abierta a don Ignacio Sánchez Galán, porque el audaz Louis Folk me envió hace unos días un “caluroso” whatsapp con la clara intención de que me deprima. Cosa que no haré, por supuesto. Y aunque no voy a hacerle caso en absoluto, sí quiero trascribir aquí su mensaje, pues tiene razón. Tiene razón, sí, pero yo seguiré peleando para cambiar la injusticia en este mundo de asnos, con todos los respetos para los burros. Esto es lo que me escribía: “Tu amigo Nacho”, me escribe el vitriólico Folk , “tiene 12 millones de lectores que cada mes leen sus facturas, tu Web, hace un minuto, tenia 4 personas visitándola. Tu amigo Nacho tiene un millón de accionistas que leen sus memorias, los que te leemos a ti ‘semos’ apenas una docena de ‘taraos’ (se mofa). No hay que ser cum laude en matemáticas, sentencia, para echar cuentas y saber quien gana”. No hace falta añadir más.

(*) Ilustro este artículo con fotos de Myanmar (antigua Birmania) porque, de btodos los países que he visitado, ha sido este el que mejor me ha tratado. En ningún otro he visto a tanta gente sonreir, ni he sentido más paz, ni he percibido mayor armonía en las personas ni más «equilibrio» entre la naturaleza y las gentes que la habitan. Todo esto, a pesar de su pobreza y complejidad política.

 

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