Las ventajas de andar por ahí sin móvil

En cierto modo, para mí, el año empieza hoy. Vuelvo a la normalidad con ilusiones renovadas, proyectos y ganas de contar historias.

            A ver, os cuento: aunque durante el verano viajé por Aragón 15 días visitando amigas y amigos (¡qué calor!) y ahora acabo de volver de otro viaje de un par de semanas, para hacer senderismo, por las montañas de Albania, Kosovo y Montenegro –¡qué duro, espectacular y alucinante ha sido!–, lo cierto es que la mayoría de los días de este estío (los tres meses de julio, agosto y septiembre) los he pasado, retirado como un anacoreta, en mi pueblo; uno de esos lugares singulares que abundan, desperdigados y “aburridos”, en la España Vacía… O Vaciada, según la intención con la que cada cual aplica este término.

            Durante este tiempo, tanto en los muchos días pasados en el pueblo, como cuando he viajado, he intentado vivir al margen de las redes sociales, o al menos alejarme de esa práctica común del diario, consistente en difundir todo lo que se ve, se hace, se come, se ríe, se goza o se padece. Es decir, en realidad, la impresión que tiene uno observando a los “enganchados” al móvil es que ya no se viaja, sino que la gente se desplaza solo de lugar para seguir haciendo lo mismo: contarse unos a otros, minuto a minuto, lo que ocurre, o atormentando a los extraños con fotos y mensajes que no tienen ningún interés para ellos.

            Hoy cualquiera se va a la otra esquina del mundo, o a donde sea, para seguir haciendo lo mismo que hace a diario: conversar continuamente con la esposa, esposo, novia, novio o amante, con la hija, el hijo, la nieta, la suegra, la abuela o el abuelo… ¡Da lo mismo por dónde ande uno “perdido” porque habiendo Wifi y un satélite de por medio, uno sigue en el salón de casa como si no se hubiera ido.

            A esto es a lo que me he negado este verano, a difundir a cada instante mi tiempo y mis horas; mis “aventuras”. Me he negado a “radiar” mis experiencias viajeras que son ahora ¡oh sorpresa! el alimento de mi espíritu para los meses de invierno. Y ¡qué curioso! porque cuando recuerdo y recreo lo acontecido, o miro las fotos que hice, o me distraigo en el ensueño de esos días… todo es nuevo y fresco, como si lo estuviera viviendo de nuevo.

            Por eso podré contaros (en algún caso lo haré) anécdotas y hechos que, si los hubiese difundido en el instante de vivirlos, no tendrían hoy mayor valor que el de recordar lo divulgado de forma ligera y sin apenas sentido. Pero si un día de estos os hablo, por ejemplo, del viaje que por azar hice en agosto al valle en el que descubrí y me enamoré de las montañas hace 40 años; o si os recreo una cena en un restaurante con una estrella Michelín, donde 12 amigas y amigos reímos hasta las dos de la madrugada con el extraño arte culinario que estábamos gozando; o si os recreo de forma pormenorizada cómo las hormigas devoran toneladas de hierba y semillas, “roturando” el inmenso prado que tengo delante de casa en el pueblo; o si os cuento que durante siete días (acabo de volver) he subido el equivalente a un Everest (más de 8.000 metros acumulados) por unas montañas desconocidas para mí –los Alpes Dináricos– en la frontera común de Albania, Kosovo y Montenegro… Si os cuento todo esto, seguro que lo gozaréis de otra forma que si lo hubiese difundido con un clic en el móvil en el instante en que ocurría.

            Así pues, hoy empieza todo y empieza el goce y el disfrute que produce poder recrear como algo nuevo y desconocido lo vivido este verano.

            Así ocurría cuando regresaban los viajeros de antaño y se sentaban a la vera de la lumbre, junto a la chimenea, a narrar las peripecias de sus vidas por aquellos interminables e intrincados caminos… Estad atentos, pues, porque alguno de mis vivencias veraniegas os llegarán.

Y una nota final

La guinda a este verano la pusieron el sábado pasado, 1 de octubre, los periodistas Jesús Melgar y Javier Rioyo cuando el azar propició que se reunieran en la biblioteca de mi casa para hablar sobre el genial e inclasificable Jesús Quintero. Ya sabéis, El loco de la colina, el de El perro verde, etc. La charla la propició el periodista Alex Fidalgo, que tiene un podcast, Lo que tú digas, que lo siguen miles y miles de personas.

            De este acontecimiento guardo una foto que lo confirma y con ella daré cuenta un día de estos del acto.

            Pero no puedo resistirme a comentaros que mientras asistía a la grabación (dos horas) y saber que Fidalgo volcaría en las redes la charla tal cual comprendí que el periodismo que yo he ejercido nada tiene que ver con el que hoy se practica. Sencillamente, en mi modesta opinión y salvo excepciones, aquel periodismo ha muerto. Pero esto no quiere decir que lo que hace Fidalgo no sirva; sencillamente es otra cosa…

            Por eso, en el fondo, me siento feliz de haberme negado a transmitir con el móvil mi vida el pasado verano. Ahora sé que estaba, como las hormigas, recolectando para el invierno. Salud y feliz día.

            Ah, la foto: es una instantánea en algún lugar de Albania, a 2.000 metros de altura, cuando concluíamos el cuarto día de travesía. Hacía un frío que pelaba, seis grados bajo cero. Los becerros me miraron con tanta ternura que los retraté.

 

6 comentarios Añade el tuyo
  1. Un placer coincidir con mi amigo Joaquín en esta aventura.
    Tomo nota del tema móvil, aunque si puedo contactar con mi Manuela por la noche para decirle lo que estoy disfrutando y ponerle la guinda al día escuchando su voz, no me voy a privar.
    También ella lo disfruta, sabiendo que nuestra separación de unos días no ha sido en vano.
    Es evidente que se puede y debe disminuir el «enganche» en la parte que nos impide disfrutar del momento, que además no se repetirá. Intentaré ser consciente de ello cuando lleguen esos momentos.
    Un abrazo amigo y deseando coincidir más pronto que tarde en otra aventura.

  2. Uy, Joaquin !!! Cómo comparto contigo la necesidad de alejarse de las RRSS, el disfrute de la observación de la naturaleza, las con-versaciones con amigos y amigas, recorrer espacios con la mochila al hombro sea cual sea el destino … y la pérdida, aunque casi diría el borrado de una forma de hacer periodismo que como tantos otras ocupaciones … han desaparecido. Al menos nos queda la posibilidad de evocarlo que, en ocasiones, es como volver a vivirlos.

    Gracias infinitas por tus reflexiones presentes y las que quedan por venir 😉😉

  3. Siempre me encanta leer tus artículos pero ese en especial me encanto !
    Ojalá algún día pueda alejarme de los redes sociales y disfrutar del momento .
    Y tu eres un gran ejemplo . Me alegro q haber disfrutado de este verano q te lo mereces !
    Un abrazo enorme 🤗

  4. Querido Joaquín, ha sido un placer haber sudado, haber bromeado, haber pasado frío, haberme fatigado, haberme reído tanto contigo, y todo lo demás, en esos Alpes Dináricos. Un Abrazo

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