Embobamiento y fundamentalismo

He salido a la calle esta mañana de buena hora y he visto cómo media Sevilla, por no decir la Sevilla (casi) entera –miles y miles de sevillanos: niños y niñas, jóvenes y jóvenas, que diría aquélla; adultos, ancianos…– caminaban apresurados, luciendo sus mejores galas, para ocupar “un lugar de privilegio” desde el que mirar, rogar, suplicar, soñar, admirar, sentir y llorar con el Gran Poder, esa talla de madera policromada, que los jerarcas del Poder Cofrade, con el plácet del Ayuntamiento y su alcalde al frente, han decidido pasear hoy por Sevilla y trasladarla a los barrios más pobres de la ciudad con el señuelo de la limosna.

            Justicia es lo que quiere este país. Y menos corrupción. Más recursos dedicados a la educación de estas barriadas, precisamente. Más y mejores servicios sanitarios también para esos proscritos de extramuros. Más sanidad pública con una mayor inversión y no ese vil desmontaje que está haciendo el PP andaluz a la chita callando, con los aplausos y la ola que le hace la industria sanitaria. No nos damos cuenta, pero estamos a punto de pasar a ser Clientes en lugar de Usuarios. Y esto es grave, porque el cliente siempre paga.

            Andan estos días los monaguillos sevillanos desatados, volteando las campanas del alba hasta el ocaso. ¡Qué vicio han cogido! ¡Quéjese usted de los muecines llamando cinco veces al rezo! Aquí tiran del badajo como si tuviesen diarrea… A la menor se le va la mano. Las malas lenguas cuentan que es para hacer proselitismo frente a otras religiones que están cobrando fuerza. Pero yo pienso que es algo más sencillo: les encanta llamar la atención y así se creen importantes, que un monaguillo es poca cosa en la jerarquía de la Iglesia, y en cuanto le colocas una túnica y lo ciñes con un cíngulo se viene arriba. ¡Ay, angelitos! Bueno, a lo mejor, también, lo del proselitismo es cierto, que la Curia nunca da puntada sin hilo.

            Pero me he desviado del tema: ¡Y hay que asomarse hoy a Sevilla! Me imagino a los turistas que han llegado muertos ya de frío, artríticos, desde esa Europa laica para visitarnos con este calor… Seguro que no dan crédito. “¿Habremos caído por el túnel del tiempo hasta el Medievo? ¿De donde salen estos romanos?”, se habrá preguntado más de uno, esta mañana, en la calle. Aunque seguro que se lo han pasado bien. Más de uno se habrá hartado de hacer fotografías y de reír… ¡Viva el Parque Temático Sevilla!

            Los cronopios, faunos, jerifaltes, capitostes y demás ralea, ataviados con sus trajes negros y uniformes (que a muchos le quedan ya estrechos porque la fritanga también ha hecho su efecto en la pandemia) pasean el esperpento de su cuerpo serrano con desparpajo y poderío por el asfalto de las calles sevillanas, hoy libre de coches. Lucen sobre panza cordones dorados y medallones de vírgenes. Relumbran las insignias en las solapas. Con las manos voltean varas de mando… Sonríen benevolentes a los desheredados periféricos que han venido al centro a afianzar su fe. Y a todos, al menor descuido, nos salpican con los chorros de gomina que se han echado al pelo.

            La cuarta ciudad de España se entrega esta espléndida mañana de octubre a una catarsis. ¡Fuera Covid! Recemos. El Gran Poder nos dará vida…

            Y a los turistas que se han creído que España es diferente –España is not Spain, que diría Juan Soto Ivars– hay que gritarles: “¡Vengan, vengan, vengan a ver… lo que no quieren ver. Vengan a ver…”, que cantó Pablo Guerrero. ¡Asómbrense!

            Admiren cómo el tiempo se detiene y la Razón, una vez más, huye de una especie que no tiene remedio.

            Mientras tanto, la ciudad se va llenando como antaño de ruido y de viajeros. El espacio público desaparece o se ahoga entre oleadas de mesas, chiringuitos y terrazas. Las maletas vuelven a rugir otra vez a horas intempestivas. Ya es de noche y los pájaros no han vuelto; hace días que no se les ve por aquí.

            En los púlpitos se grita que la Covid ha muerto. Da lo mismo que sea verdad o no, porque el dinero es nuestro Dueño y Señor y es el que manda. Y los que lo administran aguzan el colmillo…. Entre los hilos de saliva que les resbalan por las comisuras de la boca de vampiros, sienten que tintinean pingües beneficios.

            No se habla de otra cosa en la ciudad que no sea de expectativas favorables, de que vuelven los buenos tiempos. Pero, ¿es verdad?

Recuerden lo que ocurre en Sanidad y Educación.

 

 

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