La Justicia, esa dama
a la que le importa un comino la realidad

Reúne a los suyos, abre el manual, busca la página, el capítulo, el apartado… ¡Y ya está! “Aquí lo tenéis, más claro agua. No ha lugar a atender reclamaciones!”, exclama la señora Justicia. Y dicta sentencia: No procede revocar una decisión tomada por el Ministerio de Industria a favor de la empresa minera Berkeley, aunque la autorización firmada por el señor ministro vaya en contra de la razón, del sentido común, de los pueblos y personas que verán afectada su salud y su modo de vida, de los bosques milenarios que la minera australiana va a destruir, de los ríos que envenenará…

No procede revocar la decisión tomada por la señora Justicia aunque obligue a cerrar un balneario al que cada año acuden cientos de personas para cuidar de su cuerpo y espíritu, aunque la minera vaya a enterrar en escombros un BIC (Bien de Interés Cultural: el ferrocarril de la Fuente de San Esteban a Barca de Alba, en Portugal), aunque la mina acabe con la ganadería de la zona, con la vida de los ríos, con las aves… que sucumbirán por efectos de la radioactividad.

Pero la ley es la ley, ¿verdad? Y la Justicia, esa dama displicente y distante, la aplica a rajatabla. Si lo dice el artículo X y el apartado Z lo concreta en cuatro renglones, ¿para qué vamos a entrar en consideraciones? ¿Acaso le importa a la señora Justicia dónde está esa mina de uranio a cielo abierto que unos especuladores (lo de especuladores no lo digo yo, lo dice su trayectoria bursátil, por ejemplo) quieren abrir a menos de 100 metros de unas escuelas, en Villavieja de Yeltes, o en el entorno de un paraíso natural (Retortillo) rodeado de bosques frondosos, ríos como el Yeltes y el Huebra, el Duero, el cañón de Las Arribes en la desconocida frontera con Portugal?

Ah, no, no. A la altanera Justicia solo le importa ese Manual que considera infalible y que se cumplan las reglas del juego. ¡Sus reglas!, por supuesto. Y si el Ministro lo dice (aunque no tenga mucha idea de qué firma) la ley nada tiene que objetar, le avala y punto.

Todo esto lo tiene muy claro la hermosa y encantadora Justicia… Vean, si no, como se pavonea por el mundo con su balanza en la mano, blandiendo esos dos platillos, siempre en perfecto equilibrio.

Y si esos parias Ecologistas o las personas que aman su tierra se empeñan en demostrar que el ministro no siempre tiene razón… es su problema. A la honorable Justicia, ni fu ni fa. Ya pueden morirse esos desharrapados esperando que el Libro Gordo de la Ley les tenga en cuenta.

Esta es la parábola de David y Goliat. ¿Qué lo demuestra? Esta información, por ejemplo, sobre la referida sentencia:

https://elpais.com/economia/2019/10/17/actualidad/1571330465_320040.html

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