Para no morir… de soledad

Ya lo dijo el emperador Marco Aurelio. “Ocúpate de tus cosas”, vino a decir. “Y no dejes que los demás decidan por ti”, añado yo en una traducción libérrima de alguna de las máximas de sus Meditaciones. En fin, acabo de leer que José Mujica, ex presidente de Uruguay, hombre que sabe (casi) todo de la Vida (Vida, con mayúscula) pues no en balde pasó 12 años encerrado en cárceles de tortura. Mujica asegura que “el que no es feliz con poco, tampoco lo será con mucho”.

Y ahora mi frase favorita, que suelo repetir: “Nos han engañado”. Es cierto, nos han engañado, pienso. El sistema capitalista, es decir, la Sociedad de Consumo que hoy impera en esta hora de destrucción y huída, nos ha hecho creer que consumiendo seremos más felices. Sin embargo, el precio es tan alto: trabajar para acumular, correr de un lado a otro, vivir solos… que han saltado las alarmas. Ya se habla abiertamente de una Epidemia de Soledad. Y pronto será Pandemia. No hace mucho, en una conferencia, un psiquiatra afirmaba que la enfermedad más común del siglo XXI será la de estar solos.

Y, para muestra, la información que ayer leíamos en El País: “Se compran amigos y abrazos: la epidemia de soledad en EE UU ya es un negocio”.

Claro que esto es solo la punta del iceberg porque el asombro puede ser aún mayor. Y si no lean estos párrafos, extraídos de una nota de prensa que ha llegado a mi correo:

“En agosto de 2015, el estudio de Naming Damenáme, especialistas en poner nombre a empresas, productos y servicios, ofrecía a través de su página de Facebook su saber hacer como ‘nombradores’ a futuros papás para ayudarles a tomar una decisión de gran trascendencia: poner nombre a su bebé.

La propuesta tuvo mucho éxito y después de más de 4.000 peticiones contestadas, doce niños y niñas llevan un nombre propuesto por ellos: Eire, Fabián, Victòria, Lucas, Elda, Pierre, Abel, Amanda, Daniel, Mia, Andrea y Nausicaa. En orden cronológico”.

No me negarán que no es para quedarse lelos. Porque, si unos padres han de recurrir a una empresa para que le ponga nombre al hijo, esto solo puede significar dos cosas: o que en su cabeza no hay más que serrín… o que están tan embobados, ¡EMBOBADOS!, por la Sociedad de Consumo, que no conciben que el nombre de su hijo o hija significará solo aquello que ellos deseen.  Y esto: amor y sentimientos, no tienen nada que ver con el “negocio” empresarial o el consumo.

Como ven, el rumbo de la vida de esta especie, a la que denominamos ‘humana’, cada día es más errático. En EE UU pagan por abrazarse en pijama (nada de sexo) o por sentarse en plena calle a conversar…

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