El camino que hablaba de la amistad y los sueños

 Suelo acordarme de los sueños y, esta mañana,  al despertar, en mi cabeza bullía este cuento: Un grupo de correkas –no me preguntéis quiénes, no sabría deciros– tratábamos de venderle a un tal Francisco, el Pajarero (tampoco sé quien era, solo recuerdo que estaba rodeado de pájaros) una pila de cajas de chirimoyas, algunas castañas, higos, canastos de setas y unos cuantos cestos de madroños… Él no hacía más que ponerle pegas a los productos: “Qué están pasadas ya” (las chiris), “que amargan” (las castañas); y así hasta hacernos desesperar…

Los madroños, como los regalos de los dioses, emborrachan./ Foto J. Mayordomo
Los madroños, como los regalos de los dioses, emborrachan./ Foto J. Mayordomo

Con la miseria que logramos que nos pagase, decidimos al final –tampoco sé por qué– hacerle un homenaje a Antonio Polo, el mentor de este grupo monta-ñero, cuyo espíritu revolotea cada sábado sobre nuestras cabezas como esas mariposas que, atraídas por el aroma de las flores practican, obstinadas, danzas de cortejo.
Polo debió de ser algo así como estos singulares lepidópteros que se obsesionan con el néctar de los bosques y la naturaleza en general; un soñador irreductible, un Quijote –“la culpa de todo lo malo que pasa en el mundo la tienen la CIA y la Iglesia”, cuenta Belén que repetía el caminante–. Desgraciadamente, un cáncer se lo llevó antes de tiempo –hace poco más de un año– y dejó a sus amigos con tan hondo pesar que cuando salen a la montaña reverdecen en su ánimo aquellos días y le recuerdan. “Esto es una polada”, dice Fernando cuando nos salimos del sendero e irrumpimos campo a través buscando la aventura. Sí, porque este singular montañero –al que lamento no haber conocido– se cansaba enseguida, parece ser, de ir por la cuerda trazada y proponía partir ufanos al encuentro de lo desconocido por donde la imaginación le llevase… La imaginación… o el ansia de aventura, que tanto da. Y allá se iba abriendo trochas, a conquistar tierras ignotas por las sierras andaluzas.

Atravesando una paleta de colores./ Foto J. Mayordomo
Atravesando una paleta de colores./ Foto J. M.

Ayer, los 16 que salimos de Cortelazor camino de Valdelarco también le recordamos, ¿cómo no? Porque hubo de todo. Tuvimos que saltar porteras… Dejen ustedes –dueños de campos y usurpadores de caminos vecinales que vienen pintados en los mapas del catastro– pasos adecuados por los que transitar: escalerillas, cerrojos sin candado, sistemas que impidan entrar o salir ganado pero no a las personas, y permitan que quienes amamos la naturaleza caminemos por el monte sin hacer daño a nada ni a nadie, como ocurrió ayer cuando, ya avanzada la tarde, nos adentramos en un jaral espeso buscando aquel sendero que nos devolviese –efectivamente, de noche– a Cortelazor, que apareció entre las sombras, al fin, como un belén de cuento ante nuestros ojos, enredado en una tupida telaraña de oscuridad, regada de luces centelleantes.
Después de siete horas de marcha y 20 kilómetros de goce por senderos que tan pronto subían como bajaban, salvaban barrancos, arroyos y, siempre, siempre, nos llevaban por un túnel caleidoscópico de colores, alcanzamos el punto en el que había comenzado el recorrido.
Algunos, como Fran, piensan que este espíritu “guerrero” y trasgresor que distingue a los correkas de huir de lo anodino y convencional (empezar a caminar cuando otros ya regresan, echarse una buena siesta mientras las nubes amenazan con descargar trombas de agua, improvisar sobre la marcha e inventarse nuevas rutas…) debe prevalecer y conservarse por encima de todo. Que es lo que hace libres a sus participantes y ahonda en la amistad que honra al grupo.

En el fondo del barranco./ Foto J.M.
En el fondo del barranco./ Foto J.M.

Algo de esto hay pues las personas “nuevas” que acuden –tres mujeres ayer– lo hacen atraídas por la “especial” fama y runrún que envuelve a este club de montañeros. De las tres, a dos las vimos disfrutar de lo lindo con lo mucho que se sube, de lo imprevisible que es el grupo y de cómo se relaciona; la tercera sufrió (en el mejor sentido) las consecuencias de no estar preparada para tamaña empresa. Prometió entrenar a conciencia por si algún día se atreviese a volver.

Y había setas giganes por todas partes.../ Foto J.M.
Y había setas gigantes por todas partes…/ Foto J.M.

Ayer fue un día también de charlas repetidas: la política y el estado actual de la cosa pública en España; Franco, su recuerdo y todo lo que envuelve y rememora su figura en estos días; el feminismo… ¡Ay, el feminismo! Pero, ¿por qué nos cuesta tanto comprender que el feminismo es una propuesta filosófica de cambio para mejor –entiendo yo– en el paradigma social y cultural en el que hoy convivimos hombres y mujeres? ¿Por qué nos cuesta tanto comprender que cualquier medida, encaminada a ese cambio, es buena, ya sea esta en el ámbito de la lengua en general, de una palabra en particular, o practicando la discriminación positiva siempre, al menos hasta que la igualdad sea real? Un cambio profundo en el marco educacional en el espacio docente y, en un plano más social, en el mundo de la comunicación (prensa, radio y, sobre todo, en la televisión), así como en el mundo de la publicidad se hacen imprescindibles. El feminismo, en fin, nos hará a todas y a todos mejores y más felices.
Caminar a toda marcha, cuesta arriba, mientras se discute acaloradamente sobre estos asuntos, con tantas aristas y matices como tienen, no resulta fácil, no. A veces lo hacemos y a veces bastante tenemos con respirar. Y mientras enfilamos hacia esa cumbre que apunta lejos, alguien saca el tema y pregunta ingenuamente, para provocar: “¿y tú, por qué votas a Podemos?” “¿Y tú, por qué eres tan reaccionario y piensas que “la izquierda” solo puede ser buena para destruir el país? ¿Qué crees, qué España es vuestra finca particular todavía?” “Pues anda que lo de Cataluña… ¡Eso sí que tiene tela!”, grita alguno, queriendo atajar la primera discusión que se presenta agria o, simplemente, reventar el debate. Pero entonces es cuando se lía de verdad…

Pintura en el bosque./ Foto J.M.
El cuadro que el monte pinta solo./ Foto J.M.

Menos mal que al final damos carpetazo a la polémica con un nuevo desvío campo a través donde lo importante no es ya el mundo y los cambios que este necesita, sino sobrevivir entre las escobas, jaras, espiornos, espinos y zarzales. La ruta está marcada ahí, a unos metros, pero nosotros somos ciudadanos del mundo y hasta en las cosas más sencillas queremos distinguirnos. Lo nuestro es ponerle unas gotas de picante a la vida, derribar las fronteras de la comunicación y compartir todos los sábados el recuerdo de aquel Polo, genio y figura, sus sueños y los misterios que encerraba.  Y una forma de conseguirlo es polemizando y ejerciendo de montañeros. 

 

 

 

GALERIA FOGOGRÁFICA

EXCURSIÓN POR LA SIERRA DE ARACENA

 

 

 

 

 

 

 

 

3 comentarios Añade el tuyo
  1. Preciosas las imágenes otoñales, casi idénticas a las que se pueden hacer estos días por la Sierra de Francia en los bosques de castaños, rebollos, nogales, endrinos, madroños, majuelos… La seta gigante es un parasol / macrolepiota procera ( en catalán apagallums ), comestible, a la plancha, condimentada con aceite, ajo y perejil y, por cierto, muy abundante en las dehesas salmantinas

    1. Lo mío es juntar palabras y expresar sentimientos con ellas… De setas, cero. Vos, que sois un sabio…
      Os agradezco la explicación. Y mis lectores seguro que también.

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