EL CAMALEÓN (*)

Camaleón dícese, según la Real Academia Española de la Lengua, de aquella “persona que tiene habilidad para cambiar de actitud y conducta, adoptando en cada caso la más ventajosa”.
Mírenle si no, ¿no les parece un lagarto de esa especie? Ayer lo vi en la televisión y esa sonrisa de oreja a oreja que llevaba enganchada en las gafas no auguraba nada bueno. Se le veía que estaba cambiando de piel… o de color. Y así ha sido, porque ha pasado del tinte rosado, tirando a rojo que tenía, a mostrar un color más violáceo, tirando a azul.
A mí, que me gustan los lagartos con su piel de arcoiris y de carnes, cocinados a la brasa como lo hacía el tío Juan Blanqueras, los camaleones me espantan.
Pero ya lo ven, con la aquiescencia de casi todos los gallos de esa Gran Granja que es ahora la Secta, Primera Dona de la oposición, el camaleón, parece ser, va a presentarse a obispo para dirigir una diócesis que, ¡madre mía! cómo está últimamente de revuelta… y hasta descarriada parece que anda.
El problema será la Sultana, que sigue deshojando las margaritas del huerto con parsimonia y dedicación y que… a ver, a ver… ¡A ver si de tanto pensárselo se le va a pasar el arroz! Y es que lo tiene difícil, porque, por lo que se sabe o intuye, nuestros amados “opositores entregados a la causa del bien común” palmarán (excúseme el vulgarismo) otra vez cuando el “Ni Voy ni Vengo Presidente” actual del Gobierno convoque las próximas elecciones.
Claro, siendo Sultana, no parece un acierto aspirar a ser Arzobispa para luego perder; es mejor aguardar un poco más y luego ya, en un futuro, cuando este país sea un erial, caminar hacia la Moncloa en loor de multitudes. Pero ese es un riesgo que la hija del gracejo trianero está sopesando…
De modo que ahí está el Camaleón (ya con mayúsculas) para salvar los muebles y lo que haga falta de la transición por este desierto al que nos ha condenado el PP en pago a nuestras buenas obras, entre otras la de permitirle seguir gobernando.
Ah, y del novio de Maya, la abeja que todo lo fiaba al “no es no”, nunca más se sabrá. Y si no al tiempo…
Porque ya lo dijo don Giuseppe Tomasi di Lampedusa: Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie. Aquí ni eso, por que el Camaleón ha mamado de los pechos más antiguos que, durante décadas, alimentaron las almas socialdemócratas
¡Qué país!
(*) La foto no es más que una invitación a mirar. La hice ayer en la cumbre del Yebel Musa.

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