En los bosques de cedros de Ifrán, próximos a Azrou (Marruecos), habitan colonias de monos que están volviéndose idiotas antes de morir. Con menos cerebro que los humanos, se cree, estos simpáticos macacos de Barbería son incapaces de entender que la gente no les da de comer porque les quiere, sino para reírse de ellos y fotografiarles. La situación es tan grave que si el gobierno no lo remedia, pronto desaparecerán… Eso sí, morirán gordos y lustrosos, diabéticos perdidos o, quizá, reventando de tanto engullir como les ocurrió a Marcello Mastroianni, Ugo Tognazzi, Michel Piccoli y Philippe Noiret en La Grande Bouffe, de Marco Ferreri.
Los humanos, más monos que ellos, me temo, somos crueles. Los convocamos con dulces y plátanos, cacahuetes y caramelos para que se acerquen, y ellos, ingenuos, acuden a hacer monerías delante de nosotros mientras les atiborramos de suculentos manjares, imposibles de rechazar. La consecuencia es que contraen enfermedades, se vuelven estúpidos y, poco a poco, se mueren. ¡Pobres monos!
Los estamos cebados como a cerdos. Cada día que pasa, los que aún sobreviven, están más pesados; se ven desganados y con escasa ilusión por la vida. Les falta movilidad. Ya ni chillan. La realidad es que ahora son unos tristes esclavos encadenados al Gouraud y su entorno, o deambulan en torno a la carretera, donde las turbas de turistas se detienen gritándoles y riendo mientras descienden de sus aautomóviles con paquetes de comida. ¡Ay, qué pena dan!
En mi última visita a la zona pude observar cómo varios de estos simios tomaban, desganados, los cacahuetes que la gente les daba, los pelaban, se llevaban a la boca los chuchos y los escupían, ahítos y hartos, supongo, de tanto yantar. Luego, aburridos, se daban la vuelta y miraban indiferentes para otro lado, rehuyendo los reclamos de los enfervorecidos turistas que les perseguían y se reían de ellos, tratando de fotografiarlos o de grabar los sonidos que emitían… Sonidos que, sospecho, podrían ser un llanto. Sí, la situación es muy grave. Si esto sigue así, pronto acabaremos con estos predecesores de la especie humana. Les hemos robado la alegría de vivir, libres y salvajes, invadiendo su hábitat y degradando su bosque.
Llevo dos décadas visitando los cedros de Ifrán y de Azrou y la colonia de macacos marroquíes ha menguado de forma notable. Hace un par de semanas pasé una vez más por allí para guiar a un grupo de amigos hasta el Gouraud –ese cedro gigante, símbolo de Marruecos, lamentablemente ya seco– y apenas había una decena de ejemplares atendiendo a los requerimientos de la gente que ese día se había acercado hasta ellos. Tuve la impresión de que eran más los vendedores de cacahuetes que los monos. ¡Qué pena! ¡Qué desastre!
Cómo es un desastre que se haya muerto el Gouraud. ¡El gran árbol luce ahora esquelético, en medio del bosque, como una reliquia! Recuerdo la primera vez que fui a conocer este cedro mítico: Caminamos varios centenares de metros hasta encontrarlo… Ahora hay dos pistas, una de ellas asfaltada. Los monos con los que nos tropezábamos entonces, sorprendidos, huían y chillaban, trepaban a los árboles y
desaparecían en la espesura del ramaje. Entonces, el entorno del Gouraud era una pradera alfombrada de flores e hierba verde… Guardo de aquella visita, en mi mente, imágenes nítidas de lo que supongo, era un gran día de primavera. Ni que decir tiene que, aparte de mis amigos y yo, ningún otro humano se veía por allí. Ahora, sin embargo, hay varias tiendas en las que se vende de todo; fósiles y recuerdos; bacalitos; y hasta se ha levantado algún cafetín en el que se relajan los turistas. También hay vendedores ambulantes y guías… Y algún gurú que otro que te explica los misterios del bosque y por qué el Gouraud se secó.
¿Por qué se secó? ¿Quién lo sabe? Quizá feneció por viejo, quizá –es otra posibilidad– porque no soportaba tanto barullo de gente, y eso le producía tristeza. Tanto ruido, tanto coche envenenándole el aire y arañando en la tierra, erosionándole el alma y sus raíces, seguramente lo mató. Hoy, a su alrededor, sólo existe una explanada reseca de tierra pelada tiznada de basura, asfalto y cemento… Un cuadro que muestra el bello ejemplar como una reliquia perteneciente al pasado. No sé por qué, pero las últimas veces que he ido por allí he tenido la impresión de llegar a un cementerio.
¡Qué desastre! ¡Y a esto lo llamamos civilización!
Lamentablemente querido Joaquín, esto es lo que estamos trabajando…
Me paro a pensar un poco y me viene la idea de lo que van a recibir nuestros herederos como legado
Es un horror !
Pobrecitos los macoces ,q pena . Es q somos humanos los feores animales (como dijo alguien en su día ).
Hace 25 años que he estado allí, me encantó.
Lo que describes me apena.
Estaba en mis planes visitarlo de nuevo ahora que lo tengo cerca, pero visto lo leído, no vuelvo.
Gracias Joaquín por evitarme el disgusto.
Yo acabo de estar alli.. Hay un marroqui con una mesa vendiendo cositas y te ofrece cacahuetes para que le des a los monos.. Allí no hay ningun cartel de prohibido ni que diga que es malo darles eso.. Yo creo que los primeros que tienen que aprender son los de la zona y asi trasmitirnoslo a nosotros… Ifrane está limpisima pero los de alrededor necesitan ser mas limpios con su propia ciudad.. No tienen la culpa los turista sino la propia gente de la zona que tienen ellos que respetar lo suyo para trasmitirlo a los demas….. Todo es precioso aunque el cedro esta fatal
Muchas gracias por tu post. Reciba un cordial saludo.