Según la Real Academia Española de la Lengua (RAE), la palabra inhumanidad significa crueldad, barbarie, falta de humanidad… Es decir, que la persona inhumana carece de la cualidad de la compasión, no es bondadosa, menos aún altruista (solo va a lo suyo) y los demás le importan un bledo.
Pues ya me dirán ustedes que se puede decir del personaje de la foto que ilustra este texto. Foto en la que aparece, como ven, la señora Isabel Díaz Ayuso haciéndole una monería a una anciana… Esto, después de haberles dado un pase torero a las personas mayores que vivían en las residencias y enfermaron de la Covid 19. Porque, no hace tanto tiempo, cuando estalló el contagio masivo, el Gobierno de Ayuso dio la orden de que no los llevasen a los hospitales (porque no había sitio en las UCIs, se dijo) mientras les dejaban morir como perros… más o menos. Dicho esto con todos los respetos para los canes, no vayan a enfadárseme, también, los que pierden el sueño cuando su animal de compañía coge un resfriado.
Es evidente –por los síntomas que venimos observando en el discurrir de esta pandemia– que los humanos hemos perdido el norte y caminamos a pasos agigantados hacia la deshumanización y el embrutecimiento. La señora Ayuso, por ejemplo, es una amoral, aunque en un arranque de “conciencia” abandone una reunión al más alto nivel con el presidente del Gobierno y presidentes autonómicos para ir a misa. Esta señora puede hoy negarte la asistencia médica y mañana venir a tu casa a hacerte un arrumaco, como está haciendo hoy (en campaña electoral) con las personas mayores de la Comunidad que preside. Sí, puede decirte que lo eres todo para ella e instantes después tratar de retorcerte el cuello.
Pero, con todo, lo de Isabel Díaz Ayuso no es lo peor, lo terrible es que esta situación de amoralidad es generaliza. Sin ir más lejos, la situación pandémica que vivimos requiere, para avanzar en su solución, colaboración, consenso y aceptación por parte de todos, para desde ahí sumar y dar soluciones. Pero aquí cada uno mira exclusivamente por lo suyo. Es patético el “pedigüeñísmo” que se oye, lee y ve en los medios de comunicación. Porque no son los que más lo necesitan los que más piden, sino los que más tuvieron… Piden los que detestan al Estado, los que reniegan de pagar impuestos, los que hacen trampas para pagar menos, los que contratan a trabajadores por la mitad de lo que trabajan… A todos esos –en su mayoría de la cuerda de Ayuso, sospecho, y defensores de ese Estado liberal a ultranza que tanta injusticia y desigualdad está creando– se les llena la boca pidiéndole al Gobierno cuando en su fuero interno lo detestan pues solo creen en el laissez faire, laissez passer.
Y esto que está ocurriendo es una guerra; ¡una guerra!, no se olvide. Una guerra contra la que por encima de todo debería reinar la mejor disposición para unir fuerzas, colaborar y aceptar la realidad en pos de una pronta solución.
¿Pero qué decir de lo que está ocurriendo estos días de Semana Santa? Las recomendaciones que hacen las autoridades… nos entran por un oído y nos salen por otro. Se nos pide que salgamos lo menos posible, que no nos juntarse demasiado, que reduzcamos las reuniones sociales al mínimo… Pero salga usted a la calle y verá el gran jolgorio que hay montado. En mi ciudad (Sevilla) las colas interminables han sustituido a las procesiones; colas en las que, lógicamente, no se guarda la distancia que se debiera… ¡Pero hay que ir a ver “el paso”! Y por ir a ver el paso puede uno pillarse lo que no quisiera… Claro que la mayoría lo hacen “de buena fe” y van a rezarle al Señor para que nos libre de esta pandemia… ¡Santo Cielo! ¿No honrarían mejor “al paso” quedándose en casa? ¿Si pudieran tener una charla de tú a tú (“presencial”, no por Zoom) con ese Dios al que estos días las cosas se le ponen tan chungas por eso de que le lancean, le azotan, le escupen…, no les diría este que se dejasen de jolgorio y fueran más comedidos para evitar los contagios? Porque no se trata solo de ir a ver “el paso”, sino de las cañas que uno se toma después, las tapas variadas… y hasta la comida que se celebra en compañía con el correspondiente jolgoro, como es lógico. ¡Y ya se sabe qué ocurre cuando uno está más contento que unas pascuas (nunca mejor dicho) porque ha visto diez “pasos”!
Miedo da pensar qué va a ocurrir dentro de un par de semanas cuando el virus de nuestros “pasos” empiece a hacer efecto. Ojalá la predicciones que hacen los expertos no se cumplan y esa cuarta ola que ya están anunciando no llegue nunca. Aunque, visto cómo anda la Covid 19 por Francia y Alemania, aquí cabe temerse lo peor. Pero tengamos confianza y fe, ¡mucha fe!: “Los pasos” nos librarán de todo mal.