Solo nos queda la belleza. ¡Y nos la quieren arrebatar! Los depredadores del dinero no repararán en gastos ni renunciarán a hacer trampas con tal de alcanzar sus objetivos. Hacen propaganda al más puro estilo nazi para conseguir lo que desean repitiendo mentiras, igual que hacía Goebbels.
Aunque estén al otro lado del planeta, siempre tienen a sus halcones dispuestos para hacerles el trabajo sucio. La posibilidad de multiplicar su riqueza les enardece. El dolor no les conmueve; si generan muerte, peor para los que mueren.
Desde su torre de cristal, quienes manejan los hilos de Berkeley minera, han diseñado una estrategia nueva. Esta empresa australiana, aún sabiendo que tiene escasas posibilidades de poder explotar la mina de uranio a cielo abierto que pretende abrir en Retortillo y Villavieja de Yeltes, persiste en su empeño de acabar con la naturaleza y envenenarles la vida a quienes residen en el oeste de Salamanca.
Y ante la avalancha de argumentos en su contra que dictan la razón y el sentido común, ellos siguen sacando ases de la manga como avezados jugadores tramposos de póker. Porque su hábitat natural es el escenario en el que se mueven los trileros. Tan pronto anuncian nuevos permisos, como inyectan dinero comprando acciones en bolsa para que todo el mundo piense que el proyecto es rentable; y que irá viento en popa.
Saben que es una locura lo que pretenden, pero no renunciarán fácilmente al maldito negocio. Y menos aceptarán perder. Cuando esta pesadilla haya acabado, será la Administración -nuestros impuestos- la que les indemnice.
Y si no, ¿cómo se explica que Berkeley, teniendo, prácticamente, todo en contra, no abandone el proyecto?
Porque en Berkeley saben -seguro- que no se puede borrar un pueblo entero o enterrarlo en escombros radioactivos, que eso es lo que parece que pretenden hacer con Villavieja de Yeltes.
Saben también que en Europa -esto no es el Cuerno de África- no se puede acabar de un plumazo con la industria ganadera de toda una comarca que es, prácticamente, su único medio de vida.
Y saben, asimismo, que los Baños de Retortillo, que tienen más de un siglo de existencia, son testigo singular de unas prácticas de vida saludable. Sería una vergüenza que desapareciesen; no ya por lo que significan en términos de salud para quienes acuden a disfrutar de estas aguas termales -más de 25.000 estancias al año- sino porque dejarían sin su medio de vida a decenas de familias.
Saben en Berkeley que no se puede destruir fácilmente un territorio donde hay cuencas protegidas por las leyes europeas como son las de los ríos Yeltes y Huebra… Esto, a pesar de que la Junta de Castilla y León, con una actuación caciquil y saltándose los protocolos, haya emitido una declaración de impacto ambiental favorable a la mina.
Desde luego Berkeley sabe muy bien que el vecino país de Portugal no va quedarse callado mientras le arruinan el futuro envenenándoles el cauce del Duero cuando haya un escape de vertidos radioactivos, ¡que los habrá!
Por supuesto saben en Berkeley, y también nuestros políticos, que no se pueden contravenir las leyes europeas que otorgan fondos para la protección de especies en peligro de extinción en la zona, como la sarda salmantina o la cigüeña negra, fondos de los que, por cierto, hacen uso y presumen de ello los diputados provinciales del Partido Popular y sacan pecho, mientras el Gobierno regional (también del PP) emite el dictamen medioambiental, anteriormente citado, que invita a interpretar que la mina es «un regalo caído del Cielo» más o menos… ¡Y se quedan tan anchos!
Tampoco pueden destruirse sin más, para exclusivo beneficio de los accionistas de Berkeley, miles de hectáreas de bosque mediterráneo que se verán amenazadas gravemente por la contaminación radiactiva del aire. Aunque el daño ya ha empezado… 1.800 encinas centenarias han sido arrancadas ya. Confiemos en que la Justicia se lo haga pagar.
Ya, para terminar… la interminable lista de argumentos en contra de la mina, Berkeley debería respetar por encima de todo el que, forzosamente, tendría que ser el primero: no se puede utilizar a las personas como si fueran objetos; objetos de usar y tirar. Y menos despreciarlas, engañarlas, crearles expectativas con promesas falsas… y después abandonarlas, que es lo que suelen hacer habitualmente las multinacionales.
Pues bien, a este argumentario en su contra, la empresa minera australiana responde anunciando un nuevo proyecto: buscar en esta tierra de María Santísima o Tierra de Nadie, como me gusta a mí llamarla, nuevos minerales. La Junta de Castilla y León (¡pero qué Junta tenemos que gobierna en contra de sus ciudadanos!) le ha autorizado a indagar en una decena de pueblos para ver si hay en ellos oro, wolframio, estaño, litio, cobalto, tántalo, niobio, zinc, tierras raras, cobre o plomo.
¡Casi nada! Como que si, en el caso de que lo hubiese, no lo supiésemos ya…
A ver si ahora resultar que la provincia de Salamanca es la más rica del mundo mundial en minerales. ¡Pero qué ganas de hacer mal!
En fin, con las fotografías que a continuación reproduzco, solo pretendo cantarle a la Vida; con ellas solicito el respeto para una tierra a la que entre lo poco que le queda está la BELLEZA.
No permitamos que Berkeley nos la arrebate.
Nota.- Las fotografías están tomadas en Perniculás, el mundo mágico y literario en el que viven los personajes de «Hijos del Uranio»… libro del que tendréis noticias muy, muy pronto.
y todo eso en 1
km a la redonda
Por mucho que quieran .confío prime la cordura .
¡Somos pocos, pero resistentes! Seguimos teniendo belleza y conciencia.
SI AL TRABAJO, SI A LA MINA!!!
ESTA ZONA SE ESTA MURIENDO!!! Solo van a quedar los cuatro mangantes que viven del estado o de sus padres.
Querido amigo, es posible que usted esté convencido de que la mina es una BUENA SOLUCIÓN para nuestra tierra. Y le creo. Usted piensa que si la mina crea empleo -usted, por ejemplo, trabaja en ella, quizá- salvará a la comarca de quedarse despoblada definitivamente. Bueno, eso, no es cierto, pero, si lo fuera… ¿a qué precio? «Ah, pero yo tengo trabajo y mientras tanto…» Seguro que piensa usted eso. Pero también debería pensar que si trabaja en la mina es muy probable que muera de cáncer; ¡y antes de tiempo! O sea, que no esté usted tan contento, que no todo el monte es orégano.
Pero supongamos que no se contamina usted y vive eternamente… ¿Le gustaría vivir, cuando se acabe la mina, en un páramo sin árboles? ¿Le gustaría estar rodeado de encinas secas, de aguas contaminadas, de ríos sin peces, de animales que no valen nada porque estan infectados por el aire radioactivo?
Usted, estoy seguro, piensa que esto son mentiras y tonterias que se inventan los ecologistas… ¡Qué más quisiéramos que fuera así! Mire usted que ha pasado en Chernobil, entérese de las consecuencias de Fukushima, vaya a África o a Australia y acérquese a dónde hay minas de uranio a cielo abierto y descubrirá que ocurre…
En fin, piénselo. Y no esté tan seguro de que la mina es su salvación. Proponga usted soluciones de otra forma… Por ejemplo, que se genere empleo limpiando y manteniendo los bosques, que se haga una red de circuitos, siguiendo los cursos de los ríos de la comarca o los caminos vecinales, para potenciar el turismo rural, que se rescate la vía La Fuente de San Esteban – Barca de Alba como espacio de ocio, que el Estado invierta para crear granjas ecológicas que produzcan queso, leche, carne…
Así sí habrá empleo para usted y para sus hijos y para aquellos que les hereden.
Pero tenga usted por seguro que si la mina va a adelante, en los pueblos que estén cerca lo único que quedará cuando se vaya la empresa Berkeley o quien la explote serán cementerios… y gente contaminada que acabará antes de que le correspnda en ellos.
Un saludo.
Cuánta belleza el peligro!