Para hartarse de llorar

Ayer, domingo, estuve en la manifestación por la defensa de la sanidad pública y por la tarde vi en la TV una película (biopic) sobre el propagandista más famoso de la historia, Joseph Goebbels, aquel que le hizo creer el pueblo alemán que Hitler era un tierno cordero que les llevaría al paraíso… además de otras muchas estupideces, barbaridades y bulos que al fin desembocaron en la tragedia de la Segunda Guerra Mundial, con más de 60 millones de muertos, entre ellos el exterminio de 6 millones de judíos.
Si yo hubiera sido el organizador de la manifestación de ayer en Sevilla hubiese llenado de pantallas los Jardines de Cristina, la explanada que hay delante del palacio de San Telmo, sede del Gobierno andaluz, donde concluyó la manifestación. Y en esas grandes pantallas hubiese proyectado como un bucle continuo, alguna de las intervenciones que tuvo Juan Manuel Moreno Bonilla en el XVII Congreso andaluz celebrado este fin de semana para que los miles de personas que se reunieron allí viesen, sintiesen y comprobasen como la mentira mil veces repetida parece una gran verdad. Exactamente como hacía el nazi Goebbels.
El presidente andaluz, con una sonrisa de oreja a oreja, tamaño XXL, pegada con silicona transparente para que no se le borrase del rostro ni un segundo, ha afirmado mil veces, ante el 99,99999% de los fieles creyentes que le aclamaba incondicionalmente, que el SISTEMA SANITARIO PÚBLICO andaluz está MEJOR QUE NUNCA. ¡Y se queda tan fresco!
Por eso, observando en la calle a esas personas que clamaban ayer por una sanidad pública, universal y gratuita, y recordando las palabras pronunciadas estos días por el presidente andaluz, a uno no le queda más remedio que echarse a llorar porque pienso que esto no tiene remedio.
O sí…
Lo realmente trágico es que el “edificio sanitario” público, con tanto esfuerzo levantado, presenta grietas, desconchones y goteras por todas partes. La ruina es inminente. Está a punto de venirse abajo. Y la mejor prueba de ello es la proliferación en nuestras ciudades de hospitales, clínicas, consultas, aseguradoras y toda esa parafernalia comercial que es la sanidad privada. La consecuencia va a ser que nos quedan tres días para terminar siendo CLIENTES en lugar de PACIENTES. Y el cliente, ya sabemos, si no paga, se muere.
¡Salud!

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