Elogio de las manos y los trabajos inútiles

 

Como ocurre en el libro de Jesús Carrasco, “Elogio de las manos”, dedico las últimas horas de la tarde a la extraña tarea de levantar un muro de “piedra seca”; un tipo de construcción que la UNESCO declaró hace unos años Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. No lo hago para emular a mis antepasados ni para homenajear a los antiguos; tampoco con la intención de pasar a la posteridad pues puede que un día de estos la pared se derrumbe.

              No, lo levanto por ese extraño placer que uno siente al hacer cosas con las manos y ver como toma forma el objeto. El juego es divertido: observas las piedras, eliges una, la giras, le das vueltas… y buscas la forma de ajustarla al hueco disponible. Ni siquiera necesitas herramientas; basta con una maceta pues, de vez en cuando, hay que darle unos golpes a esa pizarra que no acaba de encajar.

              Indudablemente, el muro tiene un objetivo: sostener un terraplén en donde he colocado un tendedero. Y más adelante, tal vez, sobre él, en uno de los extremos, coloque una fuente de la que fluirá una cascada.

              Sí, son las fantasías y los sueños. Pero, ¿acaso hay algo mejor qué hacer hoy?

              De pronto me doy cuenta de que se ha puesto el sol, y cuando me giro… ¡el horizonte!

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