Sumergidos en el embobamiento del consumo y atrapados por el argumento de que no podremos sobrevivir si no aumentamos endefinidamente el PIB (Producto Interior Bruto); instalados en la creencia de que si no gastamos no hay vida… Enredados en esa trampa, anda la humanidad estos días enloquecida, yendo de un lado para otro como pollo sin cabeza, tras el parón de la pandemia. Mientras tanto, el placer de la contemplación, el enriquecimiento cultural pausado, la conversación relajada, el conocimiento aquilatado a base de intercambio, sin prisa, de saberes… Todo esto, todo, está quedando en el olvido.
Y ya tenemos las primeras víctimas de esta forma de vivir: el centro de las ciudades y los que viven allí. Porque los dueños del dinero están convirtiendo el centro de las ciudades en territorio inhóspito y de paso. Están expulsando a los vecinos para acoge a marabuntas que solo vienen a pasar el rato pues han de volver corriendo a su trabajo.
En fin, de esto va mi artículo en diario.es, publicado hace unos días. Este es el enlace por si alguien tiene interés en leerlo:
https://www.eldiario.es/andalucia/en-abierto/ciudad-deshabitada_132_8995632.html?fbclid=IwAR0AYm-PN9l0F4fEDbRcqpFyyoA2RtcKeOjd4WqTd9_3k55yZecWaiNSy9U