Hace algún tiempo, los lobbys de EE UU se reunieron para reflexionar acerca de sus intereses. Las cosas estaban empezando a irles mal; perdían cotas de poder en el mundo e influencia. Turbas ingentes, movidas por hilos ajenos, viajaban despendoladas por ahí, ocupando espacios y gozos que hasta entonces les eran exclusivos. Cruceros, viajes transoceánicos en masa, asaltos a “sus” refugios en la nieve, balnearios e islas, paraísos exclusivos… Todo esto, poco a poco, lo estaban perdiendo.
Sí, China e India crecían y crecían, sumando millones de ricos cada año; ricos que les hacían sombra. Y Rusia, a lo suyo, engordando territorio mientras repartía energía a manos llenas a la vieja Europa, que esta recibía complacida, segura (o casi) de que, por fin, ¡por fin! la “madrecita” rusa sería una más de la familia. Mientras tanto la OTAN vivía como Dios, en standby, sin gastarse en armamento un ochavo y entregada a la siesta diaria y a la dolce vita. Y en esto llegó Donald Trump.
Trump, en cuatro días revolvió el mundo, poniéndolo patas arriba. Son incontables los avisperos que atizó y puso en pie de guerra. Ya no nos acordamos, pero cada día amanecíamos con un susto nuevo y un ataque de nervios; sus decisiones nos traían de cabeza. Los lobbys, que le habían aupado al Olimpo y elegido su Dios, se frotaban las manos. Uno de esos avisperos activados entonces fue el de Ucrania. USA necesitaba liarla en la frontera oriental del viejo continente y desestabilizar el matrimonio de hecho que Europa, encabezada por Alemania, había acordado con Rusia. Y ahí está el resultado… Hace un mes empezó a hervir el puchero que los norteamericanos llevaban desde la caída del muro de Berlín, en 1989, cocinando. ¡Estamos en guerra! Y el Tío Sam, una vez más, se sale con la suya y se frota las manos.
No hay que ser muy lince para darse cuenta de cómo y por qué se ha llegado hasta aquí; basta con observar lo ocurrido en esa región en las últimas décadas; hay datos e informes que explican y ahora corroboran lo que está ocurriendo. Esto, sin quitarle un gramo de culpa al infame Putin; un megalómano, entre otras muchas villanías que atesora, que parece que no ha calculado bien la jugada. La realidad es que la humanidad está hoy atrapada en esa ratonera y cruce de caminos que es Ucrania, entregada a la orgía de la muerte por culpa de una guerra que sólo Putin y EE UU desean.
El avispero del Magreb
El segundo espacio gopolítico del que quiero ocuparme, especialmente ahora, es el del Norte de África. Demasiada riqueza energética que gestionar en esta región como para dejarla en manos ajenas o al alcance de personas incómodas. También demasiado yihadista suelto por allí. ¿Egipto? Más de 100 millones de consumidores, que no es poco, y un militar presidente, Abdelfatah El-Sisi, que ha metido a todos los egipcios en cintura, lo hayan querido o no. ¿Libia? De aquellas revueltas de hace 10 años y la muerte de Muamar el Gadafi, los resultados son conocidos: un país fallido, atrapado en una guerra civil, alimentada, según conveniencia, por los señores de la guerra o por occidente. ¿Túnez? Ni pincha ni corta, pero, por si acaso, hay que vigilarlo de cerca y promover que alguien retorcido lo controle como es el oscuro jurista Kaïs Saied, cada día más entregado al autoritarismo. ¿Y Argelia? A Argelia, por ahora, dejémosla en paz; dejemos que sea la bella durmiente. Estar, está; pero no se hace notar demasiado. Desde que diera por finiquitada la guerra civil padecida en los años noventa del siglo pasado, enterrando al FIS (Frente Islámico de Salvación) y a su brazo armado, el GIA (Grupo Islámico Armado), que les puso las peras al cuarto a militares y oligarcas, apenas se habla ya de un país que, sin embargo, nada en gas y en petróleo.
Y de Argelia a Marruecos. Y de Marruecos a España, que es a dónde pretendo llegar. Porque desde hace unas semanas nadie acierta a entender, ni nadie quiere explicarnos, cómo el Gobierno español acaba de traicionar al pueblo saharaui, rompiendo el statu quo establecido hace medio siglo. Aunque… A mí que me da… que todo el mundo sabe, o al menos intuye, por qué se produce este cambio de rumbo en el Ejecutivo español. Y, no solo eso, sino que (salvo alguna excepción y el consabido postureo), la mayoría de partidos políticos, aunque sea por lo bajo, lo aplauden. Y es que, tal y como está montado el negocio (liberalismo a ultranza y globalización), a España es probable que no le haya quedado otra opción que asentir a lo que dicten instancias superiores, léase USA, Alemania… Lo que resulta inaudito es que venga ahora el PP y se declare a rebufo “defensor” del pueblo saharaui.
Pero lo que se lleva es rasgarse las vestiduras. La ciudadanía, los partidos, las cadenas de radio y televisión, los periódicos… Los aviesos tertulianos espolean, compungidos y dolientes, el complejo de culpa español que tenemos con los saharauis para que lloremos a moco tendido por la “deleznable traición” del “malvado” Pedro Sánchez.
Llevamos días dedicándole horas y horas de nuestro precioso tiempo a parlotear (o a divagar, si se quiere) sobre un asunto que, en el fondo, está claro. Aunque necesitamos ¡es cierto! que alguien del Poder nos lo explique. Que nos lo explique EEUU, por ejemplo. O la Unión Europea. Que vengan Francia y Alemania a leernos la letra pequeña que esconde el acuerdo. Que lo expliquen Marruecos y Argelia…, que seguro que también saben de qué va el renovado noviazgo entre el rey alauita y el Gobierno español. Sí, porque aquí, tengo la sensación de que todo dios está en el ajo, pero nadie quiere dar la cara y contarlo. Y, mientras tanto, ahí andamos embobados, robándole horas al sueño… ¡Con lo corta que es la vida!
La política tiene sus particulares vericuetos, es cierto. Y cuando se trata de dinero y de que prevalezca un sistema económico, hay que andar con cuidado y no errar. Ya lo deja caer en cuanto tiene ocasión el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, al afirmar que, en estos asuntos, “la discreción es imprescindible”.
Pero, lo que con este cuento trato de explicar, es que… Veamos: El vuelo avieso de Trump sobre Marruecos, al final de su mandato, activó el avispero del Norte de África para cambiar el statu quo de la región. Al reconocerle al país magrebí su ascendencia “legal” sobre el Sahara, EEUU, no solo contraviene la doctrina de la ONU, sino que le da alas a Marruecos en sus reivindicaciones.
Es en ese momento cuando empiezan a alborotarse otra vez las avispas. Un alboroto que coincide –sea casual o no– con el in crescendo de la guerra solapada que venía librándose en Ucrania. Marruecos, como es lógico, con el plácet norteamericano, saca pecho y exige que quien quiera negocios con él tiene que hacer suyos los postulados de Trump; es decir, legitimar su postura en el Sahara. Desde el primer momento la monarquía marroquí y el Majzén se ponen manos a la obra. ¡No hay vuelta atrás! Son conscientes de que Trump les ha brindando una oportunidad única que no pueden desaprovechar. Y nuestros vecinos del sur echan su particular “órdago a la grande”. Aprovechando, además, la confusión que provoca la pandemia, cierra la frontera con Ceuta y Melilla al tiempo que la hacen permeable para la inmigración subsahariana; es una de las estrategias que emplea Marruecos para apretar la soga en el cuello de España.
Entre tanto, las alucinaciones de Putin, y su lectura errónea de la realidad ucraniana, han acelerado, tal vez sin pensar bien lo que hacía, el conflicto en aquella región. Es como jugar al pimpón, la bola va y viene… Y, en ese ir y venir de la diplomacia, Israel y Marruecos nos sorprenden declarándose amor eterno, cuando hace unos días, tan solo, todo eran odios y agravios. Y Argelia, para no ser menos, “manda a paseo” a su vecino alauita, cerrando el gaseoducto que atraviesa ese país. Es probable que esos días Rusia estuviese detrás para decirle lo que tenía que hacer. Porque Putin contaba, dicen los expertos, con una solución rápida en el conflicto de Ucrania. Algo que, si hubiese sido así, a Argelia no le hubiese perjudicado, podría seguir siendo el fiel aliado de Rusia en el Norte de África sin mayores perjuicios. Pero si el conflicto de Ucrania se enconaba, como está sucediendo, puede que a Argelia hoy le convenga más aliniarse con Occidente que con Rusia.
Mientras, Europa vive enredada en un tira y afloja con “la madrecita” rusa, a causa de su dependencia energética. “Oye, tenemos un gaseoducto muerto de risa en el Sur que os vendría de perlas ponerlo de nuevo en funcionamiento y así podríais darle un corte de mangas a Putin”, le repite, a diario, Estados Unidos a Alemania. Los teutones se lo piensan, le dan vueltas, y, para empezar, hacen las paces con Marruecos, enfadados con ellos también, por el tema del Sahara, hasta hace bien poco. Y Francia, que siempre va por ahí como un verso suelto, sale al quite. Habla con Argelia y Marruecos. Con el primero conserva aún cierta ascendencia de la época colonial; con el segundo, la relación es familiar: Marruecos es su segunda casa. A ambos países les explica la nueva estrategia geopolítica y económica que ya le habría explicado, se supone, Estados Unidos. Es decir, el objetivo (e interés principal de EEUU) es debilitar a Rusia. ¿Cómo? Consiguiendo que Europa rompa ese matrimonio de hecho bendecido por el gas y el petróleo, que tanto bien le ha reportado hasta ahora. Ah, y de paso se engorda a la OTAN, que estaba medio muerta e inane. Ahora todo apunta a que la coalición militar va a llenar la buchaca de armas otra vez, armándose hasta los dientes. Así, pues, EEUU consigue sus objetivos, incluyendo la creación de una “nueva comunidad energética y económica” en torno a la cuenca del Mediterráneo donde, también, mangonea. Todo un reto para una apasionante experiencia.
A que si se mira desde esta perspectiva, el reciente y caluroso abrazo político entre España y Marruecos se entiende mejor. Además, en el nuevo contexto, cabe pensar que España va a ser una de las naciones beneficiadas. Dispone de una red importante de plantas de regasificación que le facilitarían a Europa el abastecimiento; es por España, en principio, por donde habrán de pasar los futuros gaseoductos a Europa, así como la red eléctrica que transportará las energías renovables al continente europeo, producidas por el viento y el sol en Marruecos. Es conocido que Europa dispone ya de proyectos, e algún caso muy avanzados, con los que se estima que entre el 30 y el 40% de la energía que va a consumirse a este lado del Estrecho de Gibraltar, en el año 2050, procederá del Norte de África, principalmente, de Marruecos.
Y luego está los dos temas que más “queman” en la relación bilateral con el vecino país: la inmigración subsahariana y las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla. En ambos casos, cabe suponer, que a partir de ahora Marruecos aplazará sine die esa actitud beligerante que viene manteniendo hace años.
Epílogo
Es imposible que en un acuerdo en la que intervienen tantos actores gane todo el mundo. Y, partiendo del principio de que alguien tiene que perder para lograr ese objetivo común, es a los saharauis de Tinduf –unos 173.000– a los que les ha tocado la peor parte. La ONU, su principal valedor en teoría, anda en mil enredos y está demasiado lejos. Y los países como Francia, España, Alemania…, que hasta ahora sí les querían, pero que se conformaban con decírselo solo, sin atreverse, después de 45 años de exilio, a dar un paso efectivo para resolver su situación, acaban de recular en su apoyo a ese derecho legítimo como es tener un país.
Marruecos jamás va a plantearse que en “sus provincias” del sur haya otro Estado, salvo que alguien se lo imponga por la fuerza. Y eso, ahora mismo, ni siquiera es imaginable. Por lo tanto, en este espacio geopolítico, Marruecos se hace fuerte y propone para revertir la situación de los exiliados en Tinduf un estatuto de autonomía para ellos, siempre dentro del Estado marroquí.
El mundo no puede pararse. Las fuerzas económicas, los lobbys, los Estados empujan, según su conveniencia, para que el carro de la historia siga avanzando. Ahora, lo que este conglomerado de países europeos, norteafricanos y EE UU proponen, junto a poderosos lobbys económicos, es un nuevo espacio que, según ellos, generará riqueza y bienestar. Y esta decisión no puede verse entorpecido –es su forma de pensar y entender– por un puñado de personas atrapadas en el desierto. Así que a los saharauis se les dice que ellos verán. O vuelven a casa y aceptan las migajas políticas que se les ofrece o se quedan donde están y se muren de asco. Así de duro.
No, no dejaré que mi sentir me obligue a plasmar con letra impresa lo que pienso o entiendo como una villanía. Aquí solo he pretendido escribir sobre la realidad en la que vivimos inmersos. He intentado desmenuzar a mi modo, en un cuento, por qué España, de pronto, acepta un nuevo marco relacional con Marruecos y rompe, de paso, con un sentimiento. Al reflexionar sobre ellos descubro que las telarañas que envuelven al mundo son mucho más poderosas de que lo imaginamos. Un país como España, el 14 del mundo por su Producto Interior Bruto (PIB) según el FMI (Fondo Monetario Internacional), puede patalear lo que quiera pero no tiene opción, si es sensato, para hacer otra cosa. Y como si fuera una mosca atrapada en la red de la globalización, carece de capacidad para solventar el problema por si mismo. Es lo que tenía que pasar, dirá más de uno. La vida sigue. Y no es una claudicación sino una lectura realista de la historia… ¿O no es así?
Lo que no se sabe es cómo será esa historia no escrita todavía, ese tiempo que está aún por venir. Pero, como lo dicho hasta aquí es el resumen de un cuento, largo, pero un cuento a la postre, puedo permitirme darle el final que desee y afirmar que todo irá bien, que el desasosiego que envuelve hoy al mundo también pasará.
_______________
Nota final.- Era de suponer que “el gran sacrificio” que se le ha exigido a España (negar por segunda vez, y probablemente para siempre, a los saharauis) tendría pronta recompensa. Y esta ha llegado, en contra, incluso, de lo que Alemania, en principio, deseaba. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, le ha echado al final un capote a Pedro Sánchez. “La Península Ibérica”, ha dicho en la reunión de la Comisión, “tiene un situación específica y un mapa energético propio, además de escasas interconexiones con Europa. De modo que estamos de acuerdo en un tratamiento especial para la Península Ibérica para que pueda hacer frente a la situación en la que se encuentra y así gestionar mejor los precios”. El camino está sutilmente trazado; puede que España descubra otra vez el huevo de Colón.
Foto de portada.– La imagen que encabeza este artículo está hecha desde la cumbre del Jebel Musa, en Marruecos. En el centro, el Peñón de Gibraltar, y a la izquierda, la ciudad de La Línea de la Concepción. A la derecha, la costa de Málaga./ Foto Joaquín Mayordomo.
GALERÍA FOTOGRÁFICA
No sé,Joaquín.Lo del Sáhara y su autodeterminación siempre me ha parecido más un » cuento » propio del ROMANTICISMO que del REALISMO
Dices bien Joaquín: el Gobierno español ha roto con el sentimiento saharaui. Hace tiempo. Por eso se impone la «política real». «Real» no de «realidad». Al menos no de la realidad rica, compleja, poliédrica, de la cultura y los sentimientos de los sufridos pueblos marroquí y saharaui a los que nadie pregunta. Si se les preguntara escribirían, a cuatro manos, otro cuento; otro muchos cuentos realistas, románticos, oscuros, luminosos… Pero eso tiene que ver poco con el poder, la geoestrategia y los Gobiernos.
Dices bien Joaquín: Nuestro Gobierno rompió con el sentimiento saharaui. Hace tiempo y muchos Gobiernos que viene sucediendo. Sin esa vinculación se puede tratgar sapo… Pero no es esa la única política real posible. Hay otras que pasan por la realidad compleja y poliédrica de los sufridos pueblos marroquí y saharahui a los que nadie escucha. Una realidad hecha de cultura y vida cotidiana; de afectos no siempre coincidentes; de intereses a veces contrapuestos; de mezcla y reciprocidad… Se puede facilitar eso y tejer complicidades o se puede atizar las discrepancias. No es cierta la dicotomía realismo / romanticismo, pragmatismo/ idealismo ingenuo. La vida es el ajuste entre la realidad y los deseos. Esos pueblos son maestros en el manejo de esa balanza. Facilitar, preguntar, escuchar. ¿E igual después, al final de ese proceso, podríamos plantear, sin que se nos caiga la cara de vergüenza, una autonomía potente para el Sáhara dentro del marco de Marruecos?.