El alcalde de Villavieja de Yeltes (748 habitantes, según el último padrón municipal), Jorge Rodríguez, le propuso a los quintos de su pueblo, apelando al sentido común, aplazar la hoguera y el consiguiente festejo que hacen cada fin de año en la plaza Mayor de la localidad hasta que pasase la sexta ola de la Covid 19, dado el in crescendo de casos detectados en el municipio esos días. Se reunió con algunos de los jóvenes y aceptaron la propuesta del Ayuntamiento que se comprometía, generoso, a sufragarle los gastos de una nueva luminaria cuando pasase la ola y montarles, de paso, una carpa para que pudiesen disfrutar de la fiesta como la tradición aconseja; un evento que viene celebrándose desde antiguo.
Pero a algunos no les pareció bien la propuesta y lanzaron una campaña de recogida de firmas, apoyados por algunos de los progenitores, con el fin de revertir la voluntad del alcalde. Rodríguez se mantuvo en sus trece y los “conspiradores”, por decirlo de algún modo, acordaron que fuera en el pueblo de al lado, Villares de Yeltes (un centenar de habitantes y ni un solo quinto, que sí una “quinta”) donde se celebrase la reunión de la cena. La escuela, cerrada hace años por falta de niños, a veces se usa para reuniones y festejos y en esta ocasión serviría para que los quintos de Villavieja y la quinta de Villares organizasen su sarao.
A partir de aquí… ¡La hecatombe! Villares de Yeltes apareció en La Gaceta Regional de Salamanca del pasado 5 de enero encabezando la lista de contagios por la Covid en la provincia. Tal dudoso honor representaba un nivel de infectados de 7.339 por 100.000 habitantes en una lista de 265 municipios. Villavieja le iban a la zaga…
Imagínense el contento de los sanitarios de la zona al enterarse de que se celebró tal reunión. Pero a aquellos padres que en algún caso habían incitado a la rebelión juvenil, les pareció normal lo ocurrido, incluso cuando vieron que la mayoría de los chicos y chicas daban positivo. “Son cosas que pasan”. “Al final, todos tenemos que contagiarnos”, parece que dijo más de uno, exculpando de paso a los trasgresores, incapaces de reconocer su grave error. En las redes sociales, sin embargo, en los grupos privados, especialmente los de los sanitarios, saltaban chispas, se lamentaba la necedad e incluso se reclamaba depurar responsabilidades. Nadie comprende como esa reunión se llevó a cabo, a la que, según ha contado algún familiar de contagiados, acudieron quintos… o quintas con síntomas de haber contraído la Covid, incluso con fiebre.
Hasta aquí el relato dulcificado de la causa; ahora toca asumir las consecuencias. A más de uno, seguro que el susto no acaba de írsele ante el peligro que han corrido sus abuelos o los propios padres. Lo que choca es esa espesa cortina de silencio que se ha corrido sobre el tema. No puedo evitar acordarme de aquella obra maestra del cine, dirigida por John Sturges, Conspiración de silencio, en la que el quijote solitario Spencer Tracy se dispone a investigar un crimen del que “nadie sabe nada” y todos lo conocen porque fueron de una forma u otra cómplices.
Afortunamdamente, lo ocurrido aquí no es para tanto, pero el miedo se ha dejado ver. Uno puede encontrarse en medio del monte, a varios kilómetros del pueblo, a un octogenario haciendo ejercicio enfoscado en su mascarilla. Que le convenzan a él de que el virus no anda suelto por estos pagos… Los alegres urbanitas, que llegan a los pueblos decididos a disfrutar de las fiestas locales, no parecen ser conscientes de que aquí vive, sobre todo, gente mayor. Vienen, hacen la juerga con los autóctonos, y se vuelven con su jolgorio y el bicho a la capital. Y aquí se quedan las gentes del lugar que llevan haciendo cuarentena, de una u otra forma, más de dos años, rumiando el susto y la desgracia.
Menos mal que por ahora, que yo sepa, no ha habido que lamentar a causa del egoísmo de los quintos ninguna pérdida irreparable. La vacunación masiva ha hecho su efecto y la variante Ómicron se está comportando, en general, de forma leve. Pero pudo haber sido el desastre repetido del Titanic… ¡Dos pueblos hundidos! Porque en este, como en tantos otros rincones de la España vaciada, la media de edad de la población de Villares de Yeltes, según el padrón de 2020, es de 59,03% años y la de Villavieja de 55,63%. Es decir, que trasladado ese porcentaje a los niveles de “cuanto más años más riesgo”, en Villares hay, de 109 habitantes empadronados, 51 persona mayor de 65 años y en Villavieja, 275; muchas de ellas septuagenarias, octogenarias y casi centenarias.
La España vacía tiene también cosas así. A veces la buena gente se despista y tira por tierra el largo sacrificio que viene haciendo para proteger su salud. Afortunadamente, es la sexta ola y no la primera… Esta es una tierra de olvidos y volverá todo a su cauce y a la hermosa rutina. Pero no hay que descuidarse, en cualquier rincón puede acechar el peligro.
Y a esa juventud irresponsable, ¿qué se le puede decir? ¿Que dejen de mirarse el ombligo y sean un poco más conscientes? Um, no será fácil que lo entiendan en un mundo tan hedonista y permisivo como el que nos toca hoy vivir. ¿Que entiendan que divertirse no consiste en poner la vida de sus semejantes en peligro? En fin, que se diviertan, sí, pero sin hacer daño. Y, por encima de todo: ¡Viva los quintos! Y las quintas, claro.
Creo que un buen periodista antes de publicar una noticia debería enterarse bien de los hechos y contrastar la información. Es una pena que se publiquen cosas por intereses políticos.
Buenas tardes, hablo en nombre de los quintos. Usted no tiene consentimiento previo por parte de ningún participante de los que sale en la foto de publicar esto en un periódico. A petición de los quintos, le pedimos que elimine esta foto para poder evitar problemas mayores.
Un saludo y muchas gracias.
CUANDO EL ÁRBOL NO NOS DEJA VER EL BOSQUE
La fotografía que ilustra este artículo circula por las redes sociales y, que yo sepa, no tiene copyright o derechos legales. Ustedes mismos se han encargado de difundirla para que la vea todo bicho viviente. Y es esta fotografía, precisamente, la que da pie a este artículo. Es ese amontonamiento general sin mascarilla que no hace más que retratar una irresponsabilidad colectiva en un medio rural donde casi el 60% de su población son personas mayores de 65 años y por tanto de riesgo.
De acuerdo, puede que haya matices sobre cómo se gestaron los hechos que yo desconozca, y que pudieran servir para puntualizar el artículo. Lo acepto y lo corrijo. Pero eso no quita un ápice de importancia a mi crítica a una reunión, en mi opinión, irresponsable. De hecho, según tengo entendido, todos los chicos y chicas han dado positivo por covid. También se me asegura que ellos no han sido los culpables del brote que ha habido en Villares y Villavieja. Y lo creo. Hubo reuniones previas en el bar de Villares y otras en Villavieja que pudieron ser la causa principal de los contagios. Lo que yo quiero resaltar no es quién ha contagiado a quién o dónde ha ocurrido el contagio, sino la irresponsabilidad de reunirse a una cena en plena sexta ola de la Covid 19.
Me explican también que los padres han sido sumamente cuidadosos al llevar y traer a los quintos a la cena; que estaba perfectamente programada para que nadie ajeno participase. Y me dicen, asimismo, que en ningún caso los padres han jaleado a los que yo he llamado en el artículo “conspiradores” contra la decisión del alcalde de Villavieja de prohibir la hoguera-fiesta. Al contrario, se han ocupado, aseguran, de facilitarle lo más posible la celebración de la fiesta de los Quintos, proponiendo reuniones en las casas, para superar los inconvenientes surgidos a partir de nuevos contagios.
Hay otros matices, claro. Decenas de matices podría decirse… Las cosas no son blancas ni negras, todo está lleno de grises. Y seguro que los protagonistas directos e indirectos de esta historia tienen su opinión, versión y argumentos para defender lo acaecido… Como que era a la joven “quinta” de Villares y un allegado al pueblo a los que esa noche les correspondía organizar la reunión. ¡Pero es que el asunto central es la reunión, precisamente! Lo demás es aleatorio. Y la reunión no debió celebrarse, pienso yo.
Por último, solo pretendía hacer una crítica sobre un hecho que he considerado irresponsable y que, a mí modo de ver, pudo acarrear daños mayores. Por lo demás, acepto las críticas, cómo no. Nadie es perfecto. Ah, y otra cosa: que no se cabreen tanto los que tanto se cabrean ni hilen tan fino; deberían empezar por aceptar que cometieron un error. Nada más. Salud!
El uso de una fotografía subida en una red social sin consentimiento del titular de la imagen que aparece en ella o del autor de la fotografía, supone vulneración a dos derechos: por un lado al derecho fundamental a la propia imagen, que ostenta la persona que aparece en la fotografía; y en segundo lugar a los derechos de propiedad intelectual que tiene el autor de la fotografía. En este sentido, habrá de solicitarse autorización para utilizar la misma y explicar los fines para los que se hará uso de ella, en caso contrario, la persona o personas que aparezcan en dicha imagen, tienen todo el derecho a tomar medidas legales. Aclarar que no es excusa decir que esta imagen ha sido previamente recogida de otra red social.
Bien que la foto es pública y estaba en las redes sociales, de dónde usted la habrá cogido. Y seguro que está en su derecho de usarla.
En primer lugar le agradecería que la persona o si es usted se entere mejor de las noticias antes de publicarlas por todas las redes.
La cena de los quintos en villares no la consintió ni el alcalde, ni los concejales, ni el ayuntamiento, ya que fue una cena privada.
Y como bien sabe no hemos cometido una ilegalidad, no había límite de comensales, ni estaban prohibidas las reuniones.
Así que como usted lo hace muy bien. No le voy a dar un minuto más de publicidad.
Y por último QUE VIVAN LOS QUINTOS DE VILLAVIEJA Y VILLARES!!!
Si se ha cogido la foto de una red social, los que la publicasteis en teoría habéis perdido el derecho sobre la imagen, al «vendérsela» a esa red social. ¿A que no leísteis los términos y condiciones? Pues eso.