Voy al cine a ver La sombra de la ley y me encuentro una historia trágica que me deja frío tal cómo me la cuentan. No me creo cómo me narran los hechos, aunque sé que lo ocurrido en aquellos tiempos heroicos, la lucha obrera sí, sí que fue una lucha de verdad, independientemente de que los acontecimientos puntales que se citan en la película sean o no ciertos. Pero lo que veo en la pantalla no me inmuta; ya digo que no me lo creo. Demasiada parafernalia visual y ruido; demasiado truco; demasiada tecnología… ¡Ay, los drones, qué peligro tienen! Les colocas una cámara y ¡hala!, ¡a filmar! Con todo, me dejo envolver por la puesta en escena… Muy acertada en general, auque tendiendo casi siempre al exceso. No obstante, me entrego al momento mágico del cine y trato de entender al director, Dani de la Torre, y me digo que este es su tiempo y no el mío. De modo que me resigno, disfruto de la película y acepto soportar con buen humor a los que mastican palomitas –me recuerdan a los garrapos de mi abuelo cuando les vaciaba un par de celemines de trigo en la pila y se afanaban engulléndolo; lo siento, no puedo evitar estas imágenes ni aquellos recuerdos–.
Pero les decía que fui al cine… He visto también El Reino, y, esta vez sí, me interesó y me gustó, aunque salí tan aturdido que me entraron ganas de huir al desierto a practicar la soledad… Allí, por lo menos, no me robaría nadie.
Asimismo he asistido recientemente y con sorpresa al estreno de Carmen y Lola, la historia de dos gitanas lesbianas. Merece la pena verse. Me interesó de esta película la reflexión que me provoca: Los gitanos no son víctimas de los payos, sino de ellos mismos; víctimas de esa cultura patriarcal obsoleta que practican, en la que la mujer es mero objeto. ¡Y eso a estas alturas resulta inadmisible! Algo similar le ocurre a los musulmanes, si se me permite la digresión. No es un problema de creer o no creer en Alá o en cualquier otro dios (que también), sino de la actitud inmovilista y retrógrada de los hombres practicantes del islam, que consideran inferior al género femenino, al que ignoran o maltratan como si fuera esto lo normal.
En esa búsqueda de la felicidad he leído algunos libros últimamente. Necesitamos nombres nuevos, me ha sorprendido muy favorablemente. Su autora, Noviolet Bulawayo, originaria de Zimbabue aunque afincada en los EE UU, tiene una forma de narrar que choca a la vez que te atrapa. Cuanta unas historias que podrían antojarse comunes pero con un estilo propio que te invita a pensar. Acabo de leer también El hombre en busca de sentido, de Viktor Frankl, un libro del que se dice que es uno de los más leídos en el mundo y que más ha influido en la gente. Su autor, un judío psiquiatra, estuvo en cuatro campos de concentración nazis, entre ellos en Auschwitz. Sobrevivió y escribió libros… Este es uno de ellos; en él analiza el comportamiento de los presos a partir de la observación que hace durante el cautiverio de sus sentimientos y emociones. Cita a Kant y varias veces a Nietzsche; de este recoge, por ejemplo: “Quien tiene un porqué para vivir puede soportar casi cualquier cómo”. O, refiriéndose al día a día de aquellos hombres condenados a morir en una cámara de gas si no perecían antes apaleados, de hambre o devorados por la enfermedad, comenta que “El humor es otra de las armas del alma en su lucha por la supervivencia”. Un buen recurso este, el del humor, para enfrentarse a la realidad en esa búsqueda de la felicidad, ¿verdad?
Os hablo de estas cosas porque es a través de ellas cómo quiero daros las gracias por tantas felicitaciones y muestras de afecto como recibí ayer por mi cumpleaños. Uno busca su sitio en el mundo en la cultura; porque es a través de ella, pienso, como uno se acerca más al bienestar vital.
Ya sabéis que soy de los que opinan que vivimos engañados. Los dueños del dinero nos tienen embobados con la magia del consumo… Últimamente nos traen locos llevándonos de un sitio a otro con el anzuelo de que nos cuesta cuatro perras el viaje en avión, el alojamiento, la comida y los regalos o recuerdos. Los “cuatro pilares” del Apocalipsis existencial mientras se nos va acabando el tiempo de vivir, dicho en el sentido más profundo del término.
En fin, solo quería daros las gracias, como digo, por acordaros de mí ayer; y esta me pareció una buena forma. Que la vida os trate bien y os sonría, queridas amigas y amigos. Aunque, como escribe Viktor Frankl, no olvidemos que la vida trae consigo hechos puntuales que son desagrables. Él escribe que “la vida nunca deja de tener sentido (…)», y añade que «este sentido incluye también el sufrimiento, la agonía, las privaciones y la muerte”. De todas formas, no perdáis el humor, que con él todo es más fácil; nos irá mejor a todos. Seguro.
Pues felicidades aunque sea con retraso y que a pesar de que a veces no sea fácil encontrar sentido a la vida pues no dejemos de buscárselo. Un abrazo
Felicidades Joaquín, siempre tan elegante! Bonita manera de agradecer las felicitaciones.
Un abrazo
Felicidades Joaquín que coincidimos en esto de buscar soluciones.
Felicidades, amor. Las que repartes.
Sin duda el humor, la risa y la sorna son la sal de la vida. La observación de personas en riesgo real de muerte aporta una sabiduría enorme sea cual sea su reacción, por otra parte impredecible. Nunca me voy de una visita domiciliaria sin ponerme el traje de payasa!!!
Me encanta ese artículo 👌👌
Felicidades y gracias por tan bonito artículo.