Errejón, el deseado

Errejón… Da la impresión de que es frágil, verdad, pero dicen que tiene un cerebro privilegiado. Y, por lo que he leído sobre él o le he escuchado decir, está entre esos dirigentes (ahora ya ex-dirigente) de Podemos que entendieron en profundidad el significado del 15M. Porque, ¿qué fue el 15M? En mi opinión, el 15M no es más que la eclosión de un modelo político-social que hacía aguas, y que, “gracias” a la crisis económica, confluyeron en un punto de la Historia una serie de circunstancias que por unas semanas tuvimos la impresión de que la vieja política iba a hacerse añicos en aquellos días de vino, rosas y acampada en la Puerta del Sol de Madrid.
Los manuales políticos que durante los siglos XIX y XX nos sirvieron para hacer la revolución e intentar cambiar el mundo, “los ciudadanos del 15M” se los dejaron en casa –se olvidaron de ellos o simplemente no los tenían– y se echaron a la calle para protestar con sus vísceras, de otra manera; para decirle al Poder que ya estaba bien de tanta corrupción, de tanto privilegio, de tanto nepotismo y despilfarro y que exigían que se gobernase de otra forma. Y esta protesta la hacían sin esa ideología que hasta ahora era el manual de cabecera, inequívoco, que definía, en cada caso, su comportamiento político.
Allí estaban todos los desheredados. Desde los pensionistas sin pensión, pasando por los desahuciados de sus viviendas, siguiendo por los estudiantes sin futuro y acabando por toda aquella amalgama de gente compleja, heterodoxa, gente sin edad que ni siquiera compartía ideología, a la que los partidos tradicionales habían abandonado en la orilla, cuando, poco a poco, decidieron convertirse en Casta y alejarse de ellos, porque Casta es abusar de una posición favorable para conseguir privilegios, tales como que el Estado te pague los taxis, los viajes, las cenas, el apartamento o te coloque en Consejos de Administración sólo por ser quien eres, sin tener en cuenta que como servidor público (diputado, ministro o cualquier otro cargo de libre designación) ya recibiste el sueldo estipulado, de acuerdo a tus méritos y responsabilidad.
Allí, en el 15M, estaba medio país clamando por un mundo nuevo o si no, al menos, porque cambiasen las formas de hacer política… Y frente a este movimiento todo lo demás, el decir el Poder: los partidos políticos tradicionales, los medios de comunicación más influyentes y el poder financiero que no iban a consentir que se les removiesen los cimientos que tan bien sustentaban su modus vivendi.
Y en esto llegó Podemos. Podemos que, para no extenderme, ha arribado, tras estos años de recorrido, a la misma estación en la que cogen los trenes el PP, el PSOE, IU, Ciudadanos, los partidos vascos, gallegos o catalanes, es decir, lo que llamamos partidos políticos. La impresión que se tiene ahora, para muchos, es que para este viaje no hacían falta tantas alforjas.
Pero nos queda Errejón, se rumorea por ahí, o se rumoreaba hasta hace unos días. Íñigo Errejón, el deseado, ¿verdad?  Sí, queda esa esperanza de que alguien, un nuevo movimiento, unas nuevas siglas (que podría haber sido Podemos y soñemos con que lo será en el futuro) hagan otra vez historia y sin el tradicional manual de las antiguas revoluciones, se dispongan a aglutinar de nuevo el sentir de todas aquellas personas que en una sociedad como esta, opulenta y ahíta de consumir, desideologizada, quiere mejorar (aunque sea sólo un poco) las cosas. No creo que nadie a estas alturas se crea que darle la vuelta a la tortilla sea lo más correcto; ya lo hizo la extinta URSS (por citar sólo un ejemplo) y mira cómo acabó.
Que haya mas transparencia institucional, que se favorezca lo público frente a lo privado, que la educación, la sanidad y la asistencia social sean de nuevo los pilares de nuestro sistema social, que nuestros representantes públicos sean personas normales que hacen bien su trabajo, se les paga bien y cuando terminan se vuelven a casa sin aferrarse a privilegios, era, más o menos, lo que pedía el 15M, verdad. Aquel movimiento trasversal que aglutinó a tanta gente con sentir tan dispar no pedía mucho más. Pedía Justicia, pero no Revolución. Sin embargo, el Podemos que hereda su fuerza y su energía enarbola el puño y promueve la confrontación. Y de confrontación este mundo ya sabe mucho… Los pobres, antes o después, siempre han perdido.
El ser humano, animal por antonomasia, tiene costumbres, hábitos, miedos… incluso se dice de él que es “el único que tropieza dos veces en la misma piedra”. Y debe ser cierto. Porque ahí tenemos a Podemos enfrascado en una nueva guerra ideológica, pretendiendo cambiar el mundo con aquel manual que, como digo, los poderosos ya se han encargado de demostrar que, con él, no se les resuelve el problema a los más débiles. Hace falta encontrar una nueva vía para la transformación social. Con los mimbres que los países desarrollados no se puede intentar hacer los cestos que se hacían en los siglos XIX y XX. Pero Podemos erre que erre; y ahí está añorando revoluciones pasadas y anunciando algunas futuras, cogido de la mano de una Izquierda Unida (y un Partido Comunista inoculado en sus venas) que a pesar de las décadas de inanición que lleva no se baja del burro.
De modo que la esperanza de que esto cambie es escasa. Esa sociedad española que se conformaría con una representación parlamentaria que gestionase la transparencia en la gestión pública, que acabase con los privilegios de la casta, que pactase sin reproches con aquellos que estuviesen dispuestos a avanzar unos pasos, que reivindicase lo público y su buena gestión frente al abuso de lo privado…, me temo que va a quedarse huérfana otra vez. Aferrarse a una ideología, a unas consignas, al manual que tanto esperanza nos dio y con el que tantos fracasos hemos cosechado, no parece que ahora sea la mejor elección. Debemos ser prácticos y, sin perder ese norte que nos propone nuestra condición de seres humanos éticos, aprovechar lo que el filósofo vasco, Xavier Zubiri, proponía como resumen de todas sus disquisiciones filosóficas: “la inteligencia del ser humano es la capacidad que tiene para adaptarse a la realidad”. Pues eso…
Y por lo que se observa ahora mismo, no parece que Pablo Iglesias y los que le rodean estén dispuestos, tan siquiera, a plantearse esta forma trasversal de practicar la política.

Un comentario Añade el tuyo
  1. Totalmente de acuerdo contigo. Una pena…me siento bastante defraudada. Creí en Podemos desde el principio, pero fué llegar Iglesias al «poder» y creerse el «rey del mambo». Se olvidó de todo y de todas las personas que volviamos a creer en que slgo habia empezsdo a cambiar. Que pena.

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