La revolución de los ricos

Vista general de Barcelona. / Foto Joaquín Mayordomo

¿Cuándo se ha visto que los ricos hagan la revolución? Sí, claro, pueden hacerla, pero no con el apoyo y el jaleo de los pobres. ¡Es para deprimirse! ¡Qué pena! ¿O es que la CUP (Candidatura de Unidad Popular) no representa (ideológicamente) a los pobres? Ah, es que esos revolucionarios son burgueses… Ah, es que ellos también quieren aprovechar el jaleo que se arme para hacer SU revolución. Sí, sí, como que los ricos, ricos, van a dejarles. ¡Ingenuos! ¿O lo que lo que están proponiendo esconde una trampa.
Desde una perspectiva progresista, lo de Cataluña es infumable, aparte de injusto e insolidario. Parece una revolución promovida por la mafia, más que por unos señores con principios.
¡Y que sepan que a mí me la trae al pairo que se independicen o no! Yo no estoy en contra de que lo hagan. Si creen que así van a ser más felices…
Pero lo que yo piense u opine, nada tiene que ver –visto sin apasionamiento–, con lo que parece una propuesta egoísta y, desde luego, reaccionaria.
Estoy en contra porque no me gustan las fronteras, porque es ir contra el progreso de los pueblos, porque el movimiento independentista no tiene ni un átomo de empatía con los que no piensan como ellos. Estoy en contra porque no ayuda a la idea que dice defender “la izquierda” (¿dónde anda la izquierda en Cataluña?), cuando habla de internacionalismo y solidaridad entre los trabajadores como vía para alcanzar la justicia y el progreso.
Sí, ya sé que la CUP argumenta que “primero la República Catalana, luego ya vendrá la Española, después la Europea y finalmente la Mundial…” Pero eso, ellos lo saben, es imposible porque la Historia así lo demuestra.
Y solo se lo creen ellos, además. O quieren creérselo.
Sí, ya sé que el PSC (Partido de los Socialistas de Cataluña) hace equilibrios como un avezado malabarista para conseguir mantener su cuota de votos; sabemos también cómo el Partido Popular o el PSOE, que también anda a lo suyo, se deslizan por aquí… por allá… anteponiendo siempre sus intereses partidistas y posibles réditos electorales. Sabemos, asimismo, como un tal Pablo Iglesias, paladín de Podemos… –¡que ya verán que sorpresa va a llevarse cuando haya elecciones!– juega las cartas como si fuera un revolucionario de primer orden sin atener a la posible tierra quemada que va a dejar detrás. ¡Qué manera de dilapidar un capital de ilusiones, señor mío!  O como Ciudadanos, que parece que tienen el disco rayado se enroca en posibilismos y eslóganes poco creíbles y, si nos atenemos a la realidad, difícilmente asumibles.
¡Ay, la realidad! He aquí el dilema… La realidad es un tren que pasa…, el Tren del Progreso que puede descarrilar en España y fastidiarle la vida a varias generaciones. Bueno, ya lo está haciendo, de algún modo.
¡Y todo por culpa de un hatajo de egoístas y egocéntricos! Egoístas y egocéntricos de ambos bandos que prefieren la guerra por una bandera a unirse para que todos vivamos mejor.

 

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